Recupero la casi olvidada zoosofía, que es un intento de aproximarse a la historia de la filosofía a través del trato de los filósofos con los animales, con una curiosa y cruel anécdota que tiene como protagonista al padre Nicolás Malebranche.
Hay que decir en primer lugar que Malebranche era un seguidor entusiasta de Descartes. Y no un seguidor cualquiera. No hubo otro más famoso que él en todo el siglo XVII. Se cuenta que cuando leyó el “Tratado del hombre” sufrió una taquicardia tan intensa que tuvo que acostarse para apaciguar la agitación que le provocaba la lectura. En esta obra Descartes desarrolla la teoría de que los seres vivos son maquinarias complejas, relojes delicados y precisos en los que cada elemento está relacionado por un sistema de engranajes biológicos con otros elementos, en una cadena precisa de estímulos y respuestas.
Y ahora vamos al grano.
Estaba Malebranche paseando por la Rue Saint Jacques de París con un grupo de amigos, entre los que se incluía el fabulista La Fontaine, cuando una perra preñada se les acercó meneando el rabo. Malebranche se arrodilló y la acarició e, inmediatamente después, para sorpesa de todos los presentes, se levantó y recogiéndose la sotana le arreó un tremendo patadón al pobre animal en todo el vientre. Mientras la perra se alejaba aullando con el rabo entre las piernas, los compañeros de Malebranche manifestaron su más que comprensible extrañeza por esta conducta. Malebranche les resprochó su ignorancia, porque aquella perra era solamente una máquina. Ni más ni menos. Si se la toca en un lugar, se rasca; si se la silba, se acerca y si se la patea huye. Y todo lo hace mecánicamente. Harían más bien en guardar su misericordia para las almas humanas.
Jaume: Para mí el alma no es otra cosa que la instancia que desde nuestro interior reclama salud. O, dicho de otra forma, la instancia que busca el orden en nuestra biografía. Te confieso que soy un defensor de este término porque el alma, desde antiguo, es lo que hay que cuidar ("la "epimeleia" de los griegos), mientras que el "yo" o el "sujeto" modernos no se dejan cuidar. Toido estro requeriría obviamente mucho más espacio, pero no creo que hay que haya que buscar el alma en la trascendencia, sino en la inmanencia de lo cotidiano.
En eso tienes razón. Está demasiado expuesta tanto a los pateadores como a los salvadores y redentores. Pero -me parece a mi- que nos hace añorantes (la vieja "zétesis" socrática) de la verdad y, por lo tanto, más verdaderos. Digamos, entonces, que aunque no nos protege del mal ajeno, protege a los demás de nuestros propios males. No sé si me explico.
Ha ha ha, me apunto tu razonamiento y me lo apropio como medicina alternativa para la gestión de mis males, por si me da un ataque de transcendencia ( nunca se sabe, la senectud gasta bromas pesadas).
No veo porque una alma pensada desde la immanencia no nos habria de proteger de los pateadores; el "alma" no es sinó la relación nuestra con el medio, y por definición, no puede interactuar más que con pateadores, salvadores y/o redentores, no?
a eso me referia; decir que el alma no nos protege del pateador es suponer que el pateador no tiene alma, y eso (me) suena a cierto maniqueísmo mezclado con una cierta idealización del alma.
Los animales (desde la ameba hasta el perro) poseen sin duda espíritu, mente. Un biólogo absolutamente genial como Uexküll lo muestra de modo científico.
Con decir que Renato es el santo patrón de mi blog, lo digo todo.
ResponderEliminarLa historia de Francine me gustó tanto que incluso es un personaje de mi próxima novela, así que...
Pues yo me cago en los muertos de quien abusa de un animal
EliminarNo quiero ni imaginar que hubiera sucedido si no llegan a inventarse el alma.
ResponderEliminarJaume: Lo que tu te niegas a imaginar es, a mi modo de ver, la
ResponderEliminarzoonomía
Supersantiego: Es que nadie es tan racionalista como racionalmente cree.
ResponderEliminarPues no conocía el término "zoonomía" , pero me parece triste que se recurra al invento del alma para no degenerar en eso que llamas bio-fascismo.
ResponderEliminarJaume: Para mí el alma no es otra cosa que la instancia que desde nuestro interior reclama salud. O, dicho de otra forma, la instancia que busca el orden en nuestra biografía.
ResponderEliminarTe confieso que soy un defensor de este término porque el alma, desde antiguo, es lo que hay que cuidar ("la "epimeleia" de los griegos), mientras que el "yo" o el "sujeto" modernos no se dejan cuidar.
Toido estro requeriría obviamente mucho más espacio, pero no creo que hay que haya que buscar el alma en la trascendencia, sino en la inmanencia de lo cotidiano.
Ah, me gusta. Sin embargo esa alma no nos hubiera protegido de los pateadores.
ResponderEliminarEn eso tienes razón. Está demasiado expuesta tanto a los pateadores como a los salvadores y redentores. Pero -me parece a mi- que nos hace añorantes (la vieja "zétesis" socrática) de la verdad y, por lo tanto, más verdaderos. Digamos, entonces, que aunque no nos protege del mal ajeno, protege a los demás de nuestros propios males.
ResponderEliminarNo sé si me explico.
Ha ha ha, me apunto tu razonamiento y me lo apropio como medicina alternativa para la gestión de mis males, por si me da un ataque de transcendencia ( nunca se sabe, la senectud gasta bromas pesadas).
ResponderEliminarSalus animarum suprema lex est.
ResponderEliminarNo veo porque una alma pensada desde la immanencia no nos habria de proteger de los pateadores; el "alma" no es sinó la relación nuestra con el medio, y por definición, no puede interactuar más que con pateadores, salvadores y/o redentores, no?
ResponderEliminarTumbaíto, o "LEX SUPREMA CURA ANIMARUM EST".
ResponderEliminar¿El Breviario, verdad?
Agustí: El pateador no ve el alma ajena.
ResponderEliminarNos puede proteger como defensa interior; pero no evitará la patada. No sé si le he entendido bien.
a eso me referia; decir que el alma no nos protege del pateador es suponer que el pateador no tiene alma, y eso (me) suena a cierto maniqueísmo mezclado con una cierta idealización del alma.
ResponderEliminarAgustí, ya te entiendo. Pero es que yo creo que por una cuestión de puro pragmatismo conviene idealizar el alma.
ResponderEliminarLos animales (desde la ameba hasta el perro) poseen sin duda espíritu, mente. Un biólogo absolutamente genial como Uexküll lo muestra de modo científico.
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