I
Regreso de Santiago de Compostela. Pero no se vuelve nunca del todo de los lugares en los que te has sentido como en casa.
II
"Sí, Galicia está muy bien", me decía ayer una persona, "¡Pero está tan lejos de todo!" Lo entiendo, pero eso permite que esté muy cerca de sí misma y eso es lo que la hace más atractiva.
III
He pasado la mañana trabajando en la habitación del hotel. De vez en cuando echaba una mirada al obrero que estaba reparando el tejado. Después me ha llevado al aeropuerto todo un señor lutier. Siento una admiración profunda por las personas que hacen cosas realmente relevantes: los panaderos, los albañiles, los carpinteros, los lutiers... El artesano es la figura mayor del humanismo.
IV
Viaje muy incómodo en avión. No me caben las piernas en estos aviones de la señorita Pepis. Si el viajero de al lado se apropia del reposabrazos, estás perdido. Almas estabuladas que como pájaros enjaulados no dejamos de mirar el cielo, ta próximo, por las ventanillas.
V
En el aeropuerto del Prat he ayudado lo que he podido a un matrimonio de ancianos que andaban completamente desorientados. Venían de Andalucía e iban para Badalona, pero esta era la primera vez que hacían el viaje en avión. ¡Qué laberíntico puede ser un aeropuerto moderno para muchas personas mayores que arrastran dos pesadas maletas!
VI
Al llegar a Barcelona, con tanto sol, he añorado la finísima lluvia gallega, cuyo destino parece ser mantener las plantas en flor y las piedras radiantes. No hay piedras más presumidas que las de Santiago.
VII
Ley moral del viajero conferenciante: haz las cosas de tal manera que te apetezca volver.
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