I
¡La de cosas que nos decimos cuando no tenemos nada que decirnos!
II
El gratísimo recurso del tiempo nos permite hablar de lo más obvio como si fuera una novedad imprevista y trascendental: llueve, hace viento, frío, sol... y mientras hablamos de estas cosas sabemos que, de alguna manera banal, pero importante, le decimos al otro que lo que en realidad le decimos es que nos importa que esté ahí.
III
Nos importa un poco, pero nos importa. No somos mutuamente indiferentes a nuestra copresencia.
IV
Son conversaciones para olvidar porque en realidad no nos decimos nada. Hablamos para mostrarnos como hablantes interesados efímeramente en el otro.
V
Y de esta forma sacralizamos lo efímero y trivial.
VI
En la mayor parte de ocasiones la humanidad es enternecedora. Pero hay que echarse a temblar cuando deja de serlo.
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