I
En el tren de vuelta a casa. Hace frío ahí afuera. Las nubes muy bajas, besando la tierra blanqueada por la nieve. Resisto la tentación de pegarme al cristal, echarle el aliento y dibujar con el dedo lo efímero. De vez en cuando aparecen islotes de un cielo azul intenso pero muy por encima de las nubes. Es un azul inasequible.
II
Lo de ayer en la Tatiana, absolutamente memorable. Emocionante, intenso, muy vibrante. Wittgenstein decía que de lo que no se puede hablar, mejor callarse. Pero no es cierto: se puede musicar. Y eso es lo que hizo ayer Abraham Tena en su conferencia-concierto, titulada "La música de la otra orilla".
III
La naturaleza humana es la de un jilguero enjaulado. Si con su cuerpo no puede eludir los barrotes de la jaula, se escapa con su canto y al obrar así está obedeciendo a su naturaleza, que es la que lo empuja a llevar su trino más allá de la jaula.
IV
David García Bacca decía que el hombre es un ser "transfinito" porque no importa cuántos límites deje atrás, siempre tendrá un horizonte delimitante frente a él que deseará superar.
V
Hay una conciencia específica de nosotros mismos que solo se nos muestra en la lucha entre nuestra finitud y nuestra transfinitud.
VI
Eugenio Trías: El encuentro serio del hombre con sus límites es un "genuino acotecimiento ético". Si se elude, nos quedamos sin conocernos a nosotros mismos.
VII
Debemos aprender a ser fronterizos y a poner la oreja en el límite a ver si nos llega algún sonido del más allá y si no es así, debemos lanzar más allá del horizonte nuestro trino.
VIII
Y déjenme ahora bajar a tierra para protestar contra la gastronomía pedante. Me intimidan esos camareros que no se limitan a servirte con discreción sino que te cuentan al dedillo todo lo que ha hecho el cocinero con ese plato que te vas a zampar sin darte cuenta que engullirás al Homero de la gastronomía. Ante esos camareros uno siente que en vez de sillas deberían poner reclinatorios en las mesas, para observar el plato con religiosa reverencia y devolverlo intacto, porque no lo merecemos.
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Esos camareros, los envidio. Son artistas de la venta y promoción. Mejores quecqualwuier vendedor de coches de segunda mano. Tienen un don de gentes y una dicción oratoria, mejor que cualquier senador romano. Pienso quevestudiaron en el Quadrivium medieval. Son la forma. Otras cosa es la materia del acontecimiento, que parece una auténtica deconstrucción postmoderna de la Metafísica clásica.
ResponderEliminarNuestro conocido Adrià, haría las delicias de comensales como Derrida o Foucault, por eso el Bulli cuando no era nada en España, ya gozaba de prestigioby fans ente todos los turistas franceses que sec escapaban de vacaciones a Roses, allá por los años 80 del siglo pasado..
ResponderEliminarTan pendantes, esos cocineros, como los escritores que no se contentan con sacar un libro al mercado, sino que te explican en decenas de conferencias cómo lo han hecho, cómo se sentían, qué escritores les han inspirado... O sea, que los escritores, sí tienen derecho a explicarse; pero los cocineros, no. No sea tan elitista, don Gregorio, que su trabajo no es más importante que el de un cocinero.
ResponderEliminarMe alegro de que el seminario vaya muy bien. Yo estoy “rascá” de no poder asistir.
ResponderEliminarYo tengo repelús a los seminarios. Mi hija no para de hacer seminarios en la universidad. No lo entiendo. Debo ser de otra generación. Quizás sea porque seminario me recuerda a seminarista.
ResponderEliminarEsta noche voy seguramente a tener una pesadilla: que asisto a un seminario de cocina deconstructiva.....que Dios me coja confesado y bien cenado
ResponderEliminarComo yo soy más de cocidos, fabadas, lentejas y bacalaos al ajoarriero... no me imagino a la cocinera o al cocinero saliendo a explicarnos las minucias de la cocción. Suelen ser gente aristotélica que saben que la virtud de una comida la decide el que se la come.
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