I
Santiago santiaguea y así encaja con mi memoria de la ciudad. Tras la sorpresa del día de ayer, hoy no hay ni rastro del azul del cielo. Orvalla, que es lo que toca. Las losas de las calles brillan como acabadas de bruñir y el musgo de las iglesias cumple a la perfección su misión de santificar la piedra. En días así hay que comer pan gallego, el más rico del mundo, a dos carrillos. Y eso es lo que estoy haciendo en el Casino.
II
Yo sabía que tenía que estar a las ocho allí. Así que quedé con que pasarían a recogerme al hotel a las siete cuarenta. Me he despertado, me he duchado, me he arreglado, he desayunado deprisa y corriendo y he salido a la puerta del hotel a esperar a que vinieran a recogerme. Como lo que pasaba era el tiempo, le he dicho al recepcionista que si alguien preguntaba por mí, le dijera que ya me había ido. Bajo el calabobos (¡qué diferencia, a favor del gallego, entre orvallo y calabobos!) he ido hasta donde tenía que ir. He llamado a la puerta y me ha abierto la mujer de la limpieza. Me ha mirado extrañada, pero como yo iba justo de tiempo, he seguido para adelante. En el salón de actos no había nadie. Entonces he caído que tampoco había nadie en la entrada. He mirado la invitación. El acto era justo doce horas después.
Y luego, in continente,
calé el chapeo, requerí la espada,
miré al soslayo, fuime, y no hubo nada.
III
Gracias Dios, que siempre protege a los débiles, acabo de conocer a alguien tan inútil como yo: incapaz de cambiar una bombilla, de arreglar un grifo que gotea, de clavar un clavo en la pared, de aprender a bailar un pasodoble, de... organizarse por el mundo sin la brújula de su mujer. Esto de encontrar un gemelo competencialmente fallido es un bálsamo para el ego herido.
IV
No sé hacer nada práctico. En una ferretería soy tan inútil como una momia, pero sé quién fue Onesícrito de Astipalea, Lastenia de Mantinea, Zósimo de Panópolis... y me he leído las 11.000 páginas de la obra completa de Balmes y las mil y pico de La mística ciudad de Dios de Sor María Jesús de Ágreda. ¿A dónde puedo ir con este bagaje?
V
Eso sí, he dado con la librería Couceiro. He subido al tercer piso, donde tienen los libros de viejo y me he comprado La política de capa y espada de Eugenipo Sellés (1876), más que nada por su rabiosa actualidad.
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