Hubo un tiempo -por lo que cuenta esta foto- en que los trabajadores manuales de ciertos talleres pagaban a escote a un lector, para que los mantuviera entretenidos e informados mientras cumplían con su oficio. Encuentro una cierta grandeza en esta imagen, ¡qué quieren que les diga! Yo tuve un profesor que era un gran lector y nos leía novelistas de Martín Vigil y recuerdo con agradecimiento la magia de su voz.
¡Anda, como en los refectorios de los monasterios!
ResponderEliminarNotición, D. Gregorio: el Rector Heidegger ya tiene cuenta en Twitter.
Exactamente…
EliminarResistiré los cantos de sirena de Twitter.
La foto casi seguro que se corresponde a Cuba, en una fábrica de cigarros puros. Es de las pocas cosas que se mantienen, en la isla del tesoro, de la época aC (en las pocas industrias que quedan). Lo que pasa es que con las cuatro hojas del 'Grama' les deben repetir y repetir las mismas noticias varias veces al día.
ResponderEliminarEncima de trabajar, tener que aguantar el Granma. Es como los prisioneros romanos, a los que les 'cantaba' Assurancetourix.
EliminarExactamente. ('GraNma'; perdón por haberme 'jamado' una letra revolucionaria.)
EliminarPues efectivamente, en los monasterios y conventos se seguía esta práctica. Dejando de lado los lugares, pues puede haber personas a las qu eles guste y otras a las que no, esta práctica era bastante usual en los colegios (también religiosos) en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado. Lo considero una práctica extraordinariamente positiva, porque no hay nada como "enfrentarse al público" para, primero, eliminar la timidez y, segundo, aprender a leer. Cuando has de hacer entendible lo escrito, se aprende rápido.
ResponderEliminarMe temo que los actuales trabajadores cubanos lo deben valorar de otro modo, lector "enfrentado al público" incluído. Más que nada por las lecturas preceptivas: 'Granma', discursos históricos de Fidel... y algun fragmento muy escogido del pobre Martí. Apostaría un trago de ron de diez años a que recientemente habrán incluído alguna arenga del compañero Hugo, y entonces el lector tal vez adopta el piar de un pajarito y todo.
EliminarBueno, aunque a destiempo porque hace poco que me he incorporado como lector a este Blog, añadir que a los 10 años tuve un profesor que nos leía las historias de "Guillermo el travieso" de Richmal Crompton, año 59, 60. Aventura, empatía, magia, voz...
ResponderEliminarCuando todavía no había radio, era costumbre la lectura en grupo, en reuniones, en veladas particulares o en familia, o a personas convalecientes.
Y una sabrosa anécdota a cuento de Cuba y las fábricas de cigarros (antes de Castro, por supuesto): el nombre de la marca "Montecristo" procede del gran éxito que obtuvo en estas lecturas fabriles y febriles, un homenaje y un gran acierto de "naming".