Buscar este blog

lunes, 7 de enero de 2008

Esto es el acabóse

¡Dios Santo, es cierto! William Kristol es colaborador (Op-ed columnist) de The New York Times. Ahora que el neoconcervadurismo se había acabado, aparece Podhoretz como colaborador de Giuliani y el mismísimo vástago de Irving Kristol cobra del New York Times. Estos muertos gozan de una salud de hierro.

Así comienza su artículo hoy: “Thank you, Senator Obama. You’ve defeated Senator Clinton in Iowa. It looks as if you’re about to beat her in New Hampshire. There will be no Clinton Restoration. A nation turns its grateful eyes to you”.

No me sorprende que sus enemigos (de los que no anda escaso) anden desgarrándose las vestiduras ante las puertas que le abre el New York Times.

Unos pocos datos sobre William Kristol:

  • En Libération (25-2-2003) se lo calificó de “halcón intelectual de la administración Bush” y alma de la derecha conservadora fundada por su padre.
  • Es tan buen hijo que por Nueva York se cuenta de él que en lugar de rebelarse contra sus padres, como hacían los jóvenes de su tiempo, se rebeló al lado de sus padres contra su generación.
  • En sus tiempos de estudiante en Harvard, fue discípulo de Harvey Mansfield, en cuyo círculo se movían también Francis Fukuyama y Robert Kagan.
  • En la administración del primero de los Bush, fue jefe de gabinete de Dan Quayle.
  • En los años de la administración Clinton dirigió, con el soporte financiero de Rupert Murdoch, el Weekly Standard.
  • El periodista Richard Cohen habló de la guerra de Iraq como la “Kristol’s War” (The Washington Post, 6-11-2002). Como si quisiera darle la razón, Kristol publicó con su amigo Lawrence F. Kaplan el libro The War Over Iraq: Saddam's Tyranny and America's Misión.
  • Entre sus amigos se encuentran Wolfowitz, Robert Kagan, James Woolsey, Lawrence F. Kaplan y Steven Lenzner. Con Steven Lenzner.
  • Por si no hubiera dado suficientes motivos para ganarse la inquina de los demócratas, editó junto con Christopher Wolfe Homosexuality and American Public Life (Spencer Publishing Company, 1.999).

Y ya veis, en The New York Times.

William Kristol enfrentándose a la dulce dialéctica a la que los ocurrentes americanos han dado el nombre de " getting the old pie-in-the-face treatment".

16 comentarios:

  1. Una sospecha me corroe:En algunos momentos de distracción, melancolía o ebriedad, estos chicos se creen sus discursos grandilocuentes.Pero no pasa nada.Tras una buena reprimenda del jefe de su Hermandad Estudiantil -¡Gilipollas,pareces un subnormal del Flower Power!- todo vuelve a la normalidad.Se arrepienten y, como castigo, leen El Príncipe de Maquiavelo y Reyes, de la Biblia, 5 veces seguidas.

    ¿Y qué se supone qué significa que Kristol fiche por el NY Times?

    ResponderEliminar
  2. Dhavar: No me malinterprete, a mi no me cae del todo mal Kristol.

    Respecto a su fichaje por parte del NY Times, no sé lo qué significa. Si sé que algunos han protestado muchísimo, porque consideran que es abrirle las puertas al enemigo.

    ResponderEliminar
  3. No, si a mí no me cae ni bien ni mal.Pero me hace mucha gracia su retórica grandiosa, y su apelación a "Misiones", "American Century","Pueblo y demás", cuando de lo único que se trata es de la perpetuación de diferentes clanes familiares Wasp.Fui amigo de uno de ellos en mi época de estudiante, y la reprimenda a un Alto Cargo hecha por el Jefe de su Hermandad Estudiantil no es ninguna exageración.

    ResponderEliminar
  4. Si no tenemos nada contra el lanzaminto de bombas, ¿no cree aún más irreprochable el lanzamiento de tartas?
    Aunque lo cierto es que a mí me enseñaron que con la comida no se juega, sin embargo, no recuerdo ninguna recomendación en relación los los misiles.

    ResponderEliminar
  5. Tumbaíto: Yo haría de la resistencia facial al tartazo una prueba eliminatoria para los políticos.

    ResponderEliminar
  6. Yo, como soy de genética vizcaína, haría de la resistencia a los misiles con carga nuclear una prueba eliminatoria para los políticos.

    ResponderEliminar
  7. Kristol tampoco me cae mal a mi, y no veo porqué tendría que hacerlo, cuando ni siquiera, en mis tiempos de partidario acérrimo de los demócratas, me caía mal Kissinger.

    Veo tres cosas que tu post, Luri, muestra y que me parecen reflejo de lo absurdo de cualquier debate que se precie de público.

    1 - el pensamiento de Kristol, que entiendo que está en la tradición americana de liberalismo y liderazgo. Sé que esto es discuitible, pero trato de sintetizar.

    2 - lo que dicen de él los demás de enfrente, que siempre tratarán de convertir anécdotas en sólidos pilares de una biografía.

    3 - el permanente olvido de las características de la sociedad americana, mucho más rica que la europea en la aparición de estas corrientes de opinión y de grupos de pensadores. Ay, quien tuviera esas fundaciones al alcance de la mano...!

    ResponderEliminar
  8. Luis: Exactamente. ¿Te imaginas a Federico Jiménez Losantos de columnista en El País?

    ResponderEliminar
  9. Está usted a la que salta. Efectivamente. Pero yo hablaba en presente.

    ResponderEliminar
  10. Pero si Losantos es de El País hasta la médula.

    ResponderEliminar
  11. Tumbaito: "de El País somos todos menos los que no", decía un columnista y el señor Jiménez Lo santos (¿que no haría él pòr llegar a ser un Kristol?, pues ya no. Lo que en cierta manera facilita las cosas para la pereza intelectual que nos epidemializa. Y perdone usted la palabra.

    ResponderEliminar
  12. Luri:Ñ entonces me vería obligado a cambiar de País, y sinceramente... ya he cambiado demasiadas veces.

    ResponderEliminar
  13. Es que a El País le pasa algo así como a Stewie -el niño adorable de "Padre de Familia- que es ontológicamente más rico que él mismo y así ocurren cosas extrañas como que el amelonamiento de su cabeza tenga dos orígenes.

    ResponderEliminar
  14. Tumbaito: magnífica tesis que puede, probablemente, ser contrastada científicamente. Nadie es inocente.

    ResponderEliminar

Las águilas no cazan moscas

 I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...