Buscar este blog

lunes, 16 de abril de 2007

Madrid

I

Me gusta Madrid. Mucho.

II

Tintoretto en el Prado; Lichtenstein en la Juan March; el arqueológico, inevitable; la ampliación del Reina Sofía.

Madrid. Pintada frente al Reina Sofía. A mi me parece puro arte conceptual.

III

Me encuentro en la Escuela de relaciones laborales con Luis, que ha dejado su bosque para acercarse a oírme, y con Joseph T, que ya me había advertido de su presencia. Me alegro mucho, sinceramente, de verlos. Las circunstancias impiden que podamos hablar despacio. ¿Qué demonios les habrá parecido mi incontinencia verbal? No esperaba yo al iniciarla que esta singladura en Ocata me proporcionara alegrías como esta. Bien venidas sean, evidentemente. ¡Gracias a los dos!

IV

Sábado. 12 y pico de la noche. Madrid hierve de vida. Mi mujer y yo cruzamos la Plaza Vázquez de Mella. De repente, al doblar una esquina nos encontramos a un muchachón que porta un crucifijo plateado de dos metros de alto. Detrás de él vienen cantando, acompañándose con guitarras y panderetas: “Resucitooooó, resucitooooó….”. Nos cuesta entender lo que está ocurriendo. A los de las guitarras les siguen un grupo, muy numeroso de jóvenes y todos cantan entusiasmados: “Decidles a mis hermanooooos que vayan a Galilea…”. Van al centro de la plaza y forman un círculo en torno al de cruz. Siguen cantando. Chueca, inmutable. Son las 12 y media.

IV

Javier López intenta reconciliarme con Jacques Derrida. Leo, despacio, “Canallas” (Trotta, 2005), especialmente el ensayo titulado “El ‘mundo’ de las Luces por venir”. ¡Toda una sorpresa! Derrida defiende la necesidad de “salvar el honor de la razón” recurriendo al que para mí es uno de los textos más imprescindibles del siglo XX, la conferencia de Husserl en Viena, de 1935. Leo con atención creciente, subrayando, anotando, comentando… Que Derrida haga suya la llamada de Husserl al heroísmo de la razón me sorprende y me descoloca. ¿Lo he entendido bien? ¿Y, si lo he entendido bien, he entendido algo de Derrida?

V

Hay un párrafo de este libro en el que he anotado al margen: “Para el Café de Ocata”. Es este:

… si los revolucionarios de 1789 dudaron tanto tiempo en inscribir en el lema republicano la palabra “fraternidad”, que no aparece ni en la Declaración de los derechos del hombre, ni en la Constitución de 1793, ni en la Carta de 1830, sino únicamente en un añadido a la Constitución de 1791, es debido a la connotación fuertemente cristiana de dicha palabra. (…) Francis Furet y Mona Ozouf dicen que es el “parentesco entre el cristianismo y la revolución el que explica la aparición de la fraternidad junto a la libertad y a la igualdad, para completar aquello que ya se sentía como una Trinidad diferente”.

Curiosamente ahora no entiendo por qué este texto tiene que estar presente en El Café de Ocata. Tengo que deciros que lo leí en la habitación del hotel, a altísimas horas de la noche, tras la inmersión de surrealismo cristiano en el barrio de Chueca. Hay cosas de la razón desvelada que la razón descansada no entiende.

25 comentarios:

  1. Don gregorio es que se adentro usted en el meollo de todo lo mas variopinto de madrid , chueca :)

    ResponderEliminar
  2. No fué incontinencia, lo aseguro. Y fué un curso de filosofía de sumo interés, en una aula histórica en la que la superficie de los pupitres, de formica vulgar, desentonaba con la vieja tarimma de las gradas y la recia estructura de madera de los bancos y mesas.
    Fué un placer el conoceros.

    ResponderEliminar
  3. Gregorio, cuestiones laborales me impidieron asistir, y bien que lo siento. No deje de avisar siempre que venga por el Foro.

    ResponderEliminar
  4. A mí también me tocó una especie de procesión frente al Prado. No sé decir qué era porque yo estaba del otro lado de la avenida, pero se oían las canciones y se adivinaba a un grupo de gente: fue el jueves santo.
    Tintoretto me decepcionó (demasiado melodrama y decorativismo), pero me encantó la expo de 'El retrato del siglo XX' del Thyssen, aunque no me dio tiempo de ver la otra parte de la expo que se exhibía en CajaMadrid. A ver si me descuelgo por ahí otro fin de semana, porque también hacen una que me interesaría ver (ay, el patrioterismo), sobre muralistas chicanos en La casa encendida.
    Un abrazo, Gregorio.

    ResponderEliminar
  5. Peggy: Chueca es un sorprendente experimento. Es otro de los atractivos de Madrid, que no necesita verse a sí misma como una ciudad de diseño.

    ResponderEliminar
  6. Gabriela: A lo largo del recorrido de la exposición de TIntoretto, una puerta abierta daba a la sala donde se encuentran las Meninas. Allá nos parábamos todos, religiosamente, a adorar la presencia de lo divino entre los hombres. Frente a lo sublime, lo solamente magnífico sabe a poco.

    ResponderEliminar
  7. Precisamente este fin de semana que viene iré a Madrid. Vi anunciada la exposición en la galería Thyssen y no me lo pensé dos veces: reservé el billete y hotel, aunque a punto estuve de reservar para este fin de semana pasado.

    Hubiera tenido guasa encontrarnos en Barajas.

    De la razón desvelada poco sé, pero sí de la razón dormida, si es que eso existe. En un par de ocasiones me he despertado de madrugada con alguna idea brillante en mente. La he apuntado y a la mañana siguiente he sido incapaz de encontrarle la lógica.

    ResponderEliminar
  8. rxgsi , la exposicion de la Thyssen es magnifica , precisamente fui este fin de semana, En chueca ahora rebulle Madrid .....me alegro le sorprendiera , compromisos personales me impidieron ir :)

    ResponderEliminar
  9. Me encanta la última frase. Suena a Quijote y a verdad como un templo.

    Saludos

    ResponderEliminar
  10. Y enfrente de El Prado, el Jardín botánico. No sabría decir qué me atrae más, es tonto compararlo, pero, últimamente, cuando voy a Madrid, siempre con prisas, elijo el jardín, y un abedul, uno en concreto, de tronco sedoso y plateado...

    Enhorabuena por la conferencia, Gregorio.

    Lola

    ResponderEliminar
  11. menudo valor para los de chuecas genial, lo tiene en casa todo, grandes obras
    saludos

    ResponderEliminar
  12. Arrebatos: Goya pintó el sueño de la razón.

    Con respecto a lo que dices: Hay que desconfiar siempre de la inspiración. Siempre promete más de lo que finalmente da.

    ResponderEliminar
  13. Gracias, Lynn... pero la verdad de los templos donde más se reconoce no es en las inmensas catedrales sino, en mi opinión, en la humildad del románico.

    ResponderEliminar
  14. Lola: En la Casa de Campo, el domingo a medio día paramos a descansar en una terraza, protegidos por la sombra leve de los castaños. Una orquesta -que me recordaba, mucho, a la No Smoking Orchestra, por sus aires balcánicos- tocaba un jazz singular. Voy a ser -si me lo permites- un poco vulgar. Yo siempre había pensado que la gente aparentemente más feliz de la península se encontraba en Valencia. Los valencianos van por la calle con pintas de haber folgado bien (queda mejor la palabra del Arcipreste), con caras inimaginables en, por ejemplo, San Sebastián. Pues me parece que en los últimos años los madrileños se les están acercando.

    ResponderEliminar
  15. Con las prisas, he equivocado el árbo, y no me lo puedo perdonar porque es mi árbol preferido y, con los años, aquéllo que hemos elegido ya es sagrado, así que abedul no. Almez. Un almez.

    Ya hace años que digo que de vivir obligada fuera de Barcelona y en la península tendría que ser en Madrid.

    Lola

    ResponderEliminar
  16. Madrid y sus innumerables sorpresas ¡cuánto la echo de menos!
    Sobre todo las exposiciones, siempre exquisitamente escogidas, de la Fundación Juna March en pleno corazón de l barrio de Salamanca.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Me gustó al exposición de Roy Lichtenstein. Está muy bien concebida y permite hacerse una idea de un proceso creativo que, como he descubierto no sin sorpresa, Lichtenstein se lo tomaba mucho más en serio de lo que yo suponía.

    ResponderEliminar
  18. A mí me daría mucha pena que cayese en saco roto la alusión a Derrida y a la "Krisis" de Husserl.
    Yo lo veo de otra manera (aunque don Gregorio apenas alude al asunto), muy resumidamente, casi de manera provocadora: el "negativismo" textualista de Derrida sólo puede "rellenarse" con una razón práctica (aparte de tardía, casi anciana) cercana al idealismo voluntarista: sé un héroe fuera del texto.
    Pero, tras provocar (espero...), prometo releer la conferencia de Derrida.

    ResponderEliminar
  19. Otro:
    Me ha interesado mucho el texto de Derrida por varias razones. Una es que me permite relacionar su trayectoria con la de Patocka (que para mi es un pensador mucho más interesante)y otra porque creo que esa conferencia de Husserl es de una rotunda actualidad. Los problemas que plantea siguen siendo, y hoy más que nunca, nuestros problemas.

    Para aliviarle la pena, señor Otro le diré que me resulta imposible reconciliarme con Derrida. Y ello básicamente porque desconfío, profundamente, de su fenomenología (además de su lenguaje, pero esta es una cuestión que, aunque enervante, resulta menor).

    Le he escrito a Javier López esta mañana -y espero que a él no le importe que repita aquí parte de lo que le he dicho- que encuentro en la filosofía derridiana una fenomenología que se regodea morbosamente en la aporía y sólo parece capaz de pensar el compromiso como salto desde una singularidad sin identidad hasta una especie de apuesta por el sentido, que para él está siempre por construir. Nada de esto me convence. La fenomenología de los asuntos humanos muestra otra cosa. Muestra que lo siempre presente es, junto a la "diferencia", el sentido y la orientación hacia el bien. Afirmar la política es afirmar una ética y ambas afirmaciones son contemporáneas del establecimiento de un límite, que es el de la identidad. La identidad será todo lo problemática que se quiera para el filósofo, pero funciona de manera espontánea como un soporte de sentido para el ciudadano corriente. Ser ciudadano es poseer ya una orientación hacia el bien (lo cual, obviamente no significa seguir una conducta buena). Esa es la “physis” de la política: la ética. La búsqueda de inmunidad está dada en el trazado del límite, que es el de la frontera. Todo esto, evidentemente, requiere una exposición más detallada y unos argumentos consistentes que, relego para otra ocasión, pero creo que conviene tener claro que no se puede deconstruir lo político sin perder fatalmente de vista la propia fenomenología de lo político en su presentarse (es decir, sin perder de vista el propio objeto de estudio). Ese es el drama de Derrida o la ironía, ya que parece estar ciego para el mismo. ¡Salvemos el honor de la razón! Pero de una razón no ingenua (como el mismo Derrida reconoce) capaz de preservar también el honor de la manifestación de lo político tal y como se da de manera espontánea, es decir, de preservar el honor de la caverna.

    ResponderEliminar
  20. Ya tengo varios trabajos: releer la conferencia, releer después está sugestiva aportación suya, y si puedo (si puedo decir algo que haga, precisamente, sentido), continuar este interesantísimo asunto.
    Gracias, don Gregorio, por estar siempre presto a la discusión.

    ResponderEliminar
  21. A mi también me gustó Madrid mucho y digo yo que el texto tendría que estar porque madrid alumbra corazones que luego la razón no entiende ;)

    Besos, que se alegran por a compañía :)

    ResponderEliminar
  22. El horrendo lenguaje, cuestión quizá no tan menor. Hay una mayoría curiosa de epigónicos con un lenguaje oscuro y oscurantista. Freud tiene una prosa limpia y magnífica, a ver quién aguanta a Lacan.
    Todos los grandes que he leído se esfuerzan a cada paso en hacerse entender. Incluso Heidegger, recapitula cada dos por tres, resume, encuentras en él deferencia hacia el lector.

    Lola

    ResponderEliminar
  23. Como quiera que la lectura de la conferencia de Derrida me demora, me lleva por caminos sinuosos, adelantaré un comentario, por no dejar el tema en el aire.
    Yo tampoco puedo hacer nada de Derrida como filósofo (sí como escritor, pues la lectura de "filosofía francesa" cuenta entre mis perversiones más oscuras). Por razones análogas a las que usted presenta, don Gregorio. Sólo que yo no le concedo tanto: en rigor, no hay fenomelogía derrideana, pues en ningún lugar se plantea Derrida "recomponer" los destrozos de su deconstruir, porque nunca hay para Derrida criterios internos de reconstrucción. No hay "pasión de la calderilla" fenomenológica, que es lo mucho o lo poco que nos legó Husserl.
    Retomando lo que usted dice: no pretende recuperar identidad alguna, sino sólo mostrar la alteridad que horada a aquélla, "trascendentalmente".
    Aplicado al "honor de la razón": creo que en una operación ladina (pero no sin precedentes: toda la historia del idealismo) Derrida "desencarna" la razón, la coloca, como indica usted, fuera de toda identidad (en el acontecimiento): el honor ha de sobre-venir, entonces, de fuera, de otra parte. Como si estuviera, por un lado, la razón, por otro, la decisión de (o por) la razón, como si el ejercicio de la razón no fuera ya una decisión.
    Dicho en menos oscuro: Kant, y el problema de la "fuerza de obligar" de la Razón.
    Y ya que miento a Kant, Derrida aparece en el texto muy kantianamente: el acontecimiento debe aparecer, como aparecía en Kant la acción moral, de la pura nada. La acción moral se fenomenaliza viniendo de la nada del noúmeno.
    Un saludo.

    ResponderEliminar

Sobre el romanticismo pedagógico

I Tras enviar un epílogo para la edición en castellano del libro de Damià Bardera Incompetencias básicas, pienso en el mal que está haciend...