II
Me molesta mucho, cuando un periodista me entrevista, que dé por supuestas cuáles serán mis respuestas. Me volvió a sentir molesto el viernes cuando un periodista me preguntaba por la oposición entre letras y ciencias y daba por supuesto que mi postura sería a favor de las letras y, por lo tanto, del humanismo, y en contra de las STEM. Le contesté que las matemáticas son un lenguaje, que un gran número de grandes humanistas fueron matemáticos e ingenieros, que no veo incompatibilidad ninguna entre ser ingeniero y poeta.
- ¿Y el pensamiento crítico? -me preguntó.
- El mejor ejemplo de pensamiento riguroso -prefiero hablar de pensamiento riguroso antes que de pensamiento crítico- se encuentra en la ciencia -le contesté.
Creo que lo decepcioné.
III
Cuando Newton le confiesa a un amigo que si ha sido capaz de ver más lejos que los antiguos es porque se ha subido a sus hombros, no está diciendo que si nos encontramos a Sócrates por la calle nos subamos a sus hombros para ver más lejos. Es probable que la conducta adecuada con Sócrates sea la de sentarse a sus pies, si queremos aprender algo, claro está.
IV
La ciencia y, sobre todo, la tecnología, viven de la superación de lo que hasta ayer era nuevo. La ciencia y la tecnología son atraídas por lo novísimo. Para ellas todo lo último es lo penúltimo. Los progresistas suelen creer que lo mismo pasa con las cosas humanas y tienden a dar por supuesto que progresar es correr, cuando progresar es subir.
V
Nadie escribe mejor que Cervantes por escribir después de él.
VI
El desarrollo del congreso del PSOE me ha reafirmado en una vieja convicción: ser cabalmente progresista significa tener más fe en la historia que en la moral.
VIII
Boltzmann era uno de esos sabios excéntricos cuya conducta frecuentemente parecía ridícula a quienes le rodeaban. Por ejemplo, cuando creyó que la leche con que se alimentaban sus hijas no era suficientemente buena, compró una vaca en Gratz y la llevó él mismo hasta su casa. Como era un científico, sabía que las vacas producen leche en abundancia, pero no conocía el procedimiento experimental necesario para ordeñarlas. Así que acudió a la persona que le pareció más competente, que no fue un lechero, sino un profesor de zoología.
IX
Hablaba ayer de Derek Parfit. Vuelvo a él. Cuando un amigo le enviaba un manuscrito para que lo revisara, se lo devolvía con un número tan grande de notas que ocupaban más espacio que las páginas del manuscrito. Y no entendía la perplejidad de sus amigos, que interpretaba como una negativa a escribir el mejor libro sobre el tema que trataban.