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domingo, 21 de julio de 2024

De repente, Godoy

 I

De repente se hace la oscuridad y rompe a llover con fuerza. La casa se me inunda de aromas a tierra mojada y una brisa vivificante recorre las habitaciones. Hay fenómenos naturales, como el fuego o la lluvia que tienen un poder de sugestión enorme. Algo de mí es permanentemente un niño con la cara aplastada contra el cristal de la ventana viendo llover, escuchando el tamborileo de las gotas de lluvia al explotar contra el suelo y esperando que al salir de casa haya charcos en los que poder chapotear con unas katiuskas nuevas. Algo de mí es un niño fascinado por el chisporroteo de la madera al ser consumida por las llamas de la chimenea. Se debilita el ritmo. Clarea un poco. La brisa permanece.

II

Ayer por la noche acabé Godoy. El hombre y el político, un gran libro de historia, a la altura de lo mejor de Carlos Seco Serrano. He tenido que rehacer no pocos prejuicios que venía arrastrando sin saber que eran moneda falsa. ¿Pero cómo se formaron en mí esos prejuicios que con tanta fidelidad me han venido acompañando? Sin duda, en la escuela. Guardo muchos recuerdos de mi vida escolar. Estaba fascinado por la Historia Sagrada, pero también por la historia nacional y sus buenos gloriosos y sus malos felones. Para mí todo lo que decían mis maestros era verdad indudables. Tardé mucho en darme cuenta de que he crecido empapado de su ignorancia. Nadie me insinuó que Godoy es un personaje dramático de primer orden, además de un convencido ilustrado que, después de haberlo sido todo, llegó a las puertas de sus ochenta años viviendo en una buhardilla mísera en París, pero siempre enamorado de su Pepita Tudó. 

III

Mesonero Romanos visitó a Godoy en París. Asegura que solía ir a sentarse en los jardines del Palais Royal y se entretenía con los niños que jugaban por allí, a los que prestaba su bastón para cabalgar. Los niños lo conocían como monsieur Manuel.

IV

Empiezo, con voracidad, la Historia anecdótica y secreta de la Cortes de Carlos IV, de Ildefonso Antonio Bermejo, publicado en 1900. Encuentro en estos libros antiguos una voluntad de estilo y una conciencia narrativa muy viva, en la que saben integrar con naturalidad la anécdota y la categoría. A diferencia de la mayoría de libros actuales de historia, estos libros antiguos consiguen hacerte vivir unos días en intimidad con los protagonistas de la historia.

V

Ha dejado de llover, de repente. Pero el cielo sigue pesado, gris, bajo. Y la luz, mortecina, parece sugerir que habrá nuevos chaparrones.

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