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miércoles, 31 de julio de 2024

Aeropuerto

Aeropuerto de Barcelona, temprano. Entro en un chiringuito aeroportuario a tomar un café. A mi lado, una pareja joven... ¿25 años? Él no para de rebuscar entretenimientos en el movil. Ella se va entristeciendo. De repente comienza a llorar y él deja el mòvil e intenta abrazarla. Ella se deja, pero como si fuera de trapo. Él le susurra vete a saber qué; ella llora ahora con más intensidad. Es una escena tristísima. Me voy. 

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Aeropuerto de Barcelona. 90 minutos antes. Voy a preguntar si tendré problemas con la maleta si la llevo en cabina y me preguntan a mí si tengo no sé qué. No lo tengo. Ni se me había ocurrido pensar que necesitaría un no sé qué. Si no lo consigo, no podré embarcar. Comienza un maratón burocrático que me deja exhausto. Demasiadas casillas a rellenar, demasiadas cosas que tengo que preguntar, demasiado de todo. Estoy superado. ¿Y si interrumpo el viaje? Me doy una oportunidad más a mí mismo. Reinicio todo. Noto como el tiempo se va devorando a sí mismo, como un fósforo. Finalmente lo consigo. No me siento feliz, sino triste. Estas cosas ponen de manifiesto una de mis invalideces más notorias.

III

Mi agente provocador no viene conmigo y sé que voy a ir de despiste en despiste. Me meteré en las colas que no son, cogeré el pasillo que no toca, me olvidaré de informarme sobre los papeles imprescindibles para entrar en un país.

IV

Añoranza intensa de mi sofá, mi cama, mi habitación, mis libros, mi luz de Ocata, las jacarandás a las que da mi ventana, mi plaza de Ocata.

V

¿Pero para qué salimos, si no para encontrar el camino de casa?

2 comentarios:

  1. Con respecto al punto II:
    No se puede imaginar lo que me ha entristecido su última frase.
    Hasta ahora, yo solía referirme a ellas como "fobias".
    El término "fobia" permitía cierto grado de esperanza, una fobia se combate y se vence enfrentándose a ella, y se supone que eso causa, si no placer, al menos cierto grado de euforia.
    Invalidez, en cambio, es palabra mayor. Tornar mis fobias en niveles de invalidez me ha hundido. Espero que sólo momentáneamente, pues me reconforta pensar que también puede haber mucha fuerza en dar a las realidades su verdadero nombre.

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    Respuestas
    1. No hay que ponerse tremendo. Las invalideces son reales, pero hay que llevarlas sin aspavientos.. Por ejemplo: a pesar de que mi mujer se ha empeñado, soy incapaz de aprender a bailar.

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