Tengo en casa un Hugo Pratt original. Es una de mis joyas, después de mis nietos, mi gata Bacallà Salat, algunos discos y algún libro antiguo (mujer e hijos no cuentan). Me lo dibujó en el reverso de un cartel electoral en el que figuraba mi imagen de jovencito en la inopia. Pero tras disfrutar de unos pies de cerdo en mi casa que, modestias a parte, me salen muy bien, el hombre sacó un rotulador y en un plis-plas, me hizo esto. Mi amigo Jaume Marzal, que estaba presente, es testigo de este hecho central de mi biografía. Os lo cuento porque sí, a ver si os doy un poco de envidia... porque me costaría creer que por este café el único fervoroso seguido de Pratt soy yo.
Claro que no es el único!!, por lo menos estoy yo!!!
ResponderEliminarEl gran Hugo Pratt, que bueno era!!!, uno de los grandes sin duda.
Y sí, me da mucha envidia que posea este original y yo ninguno. Brrrrrrr!!!
Ya sé que no se puede comparar, pero a mí me dedicó un libro del Corto con un dibujo del skyline de Venecia.
ResponderEliminarPeletero: mi i tensión es esa, dar envidia.
ResponderEliminarClaudio: La próxima vez que venga usted a casa se lo dejaré ver.
A mi buena envidia me dan, sobre todo por haberle conocido. No sabía nada de su vida, que por lo que acabo de leer fue apasionante y riquísima.
ResponderEliminarQué bien sabía usted que iba a causar envidia..! Hugo Pratt tiene legiones de admiradores, un servidor entre ellos. Me pasa como a Bacon: haberle conocido es lo más. Mucho le debieron gustar sus pies de cerdo porque el dibujo es magnífico y el texto pura poesía de aventuras.
ResponderEliminarYo creo que fue un trueque justo.
Eliminar