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sábado, 3 de enero de 2015

La lectura y el fast-book

Artículo en El Periódico de Cataluña:

No me gusta la etiqueta “literatura infantil y juvenil”. Simplemente hay buena o mala literatura y hay muy buena literatura accesible a los niños. Una literatura sólo para niños o para jóvenes me parece demasiado limitada para ser buena. De lo que no tengo duda es de que la literatura infantil y juvenil es un fenómeno comercial equiparable al de los libros de autoayuda, de los que con frecuencia, por cierto, resulta indistinguible.

Tampoco creo ni en los beneficios de cualquier tipo de lectura ni en que cualquier libro tenga por sí mismo poderes culturales taumatúrgicos. Hay pésima literatura que es más perjudicial para los niños que la bollería industrial que no dejamos entrar en las escuelas.

Así como existe el fast-food, existe el fast-book. No es literatura, pero entretiene. En vez de grasas, lleva moralina cursi y propaganda de la corrección política. Es a la literatura lo que el chicle a la gastronomía. No lleva descripciones, ni palabras difíciles, ni hechos complejos, y, por no haber, no hay ni subjuntivos ni subordinadas. Del fast-book está excluido todo lo que pueda confundirse con una provocación literaria. Todo en él ha de ser fácilmente masticable y cómodamente digerible. Su modelo es Spielberg, no Verne o Stevenson. Conclusión: Massagran o el Zoo d’en Pitus se han quedado sin nuevos lectores.

¿Qué autor de literatura infantil se atrevería a decir lo que Manolo Vázquez, el creador de Anacleto agente secreto o las hermanas Gilda: “Mis lectores son niños, pero hay una idea equivocada de la infancia: los niños son malos, crueles, traviesos, petardistas... Así me gustan, porque yo soy así.” 

Precisamente porque no deja huella, la expresión “literatura juvenil” es –especialmente en el caso de los chicos- un oxímoron. Nuestros niños leen, pero al llegar a la adolescencia se alejan de los libros como de la peste. Si se trata de divertirse, descubren pronto que hay formas más rápidas de conseguirlo. Uno de cada cuatro universitarios no lee ni una novela al año. Esto pone de manifiesto que nos falta una auténtica didáctica de la lectura que se proponga en serio la educación de la cultura literaria de los jóvenes. Para desarrollar la comprensión lectora –que es la clave del hábito lector- se necesitan cuatro cosas insustituibles: el ejemplo de adultos lectores, conocimientos, atención e inteligencia emocional.

Los conocimientos son imprescindibles porque cuanto más sabemos de un tema, más fácil nos resulta leer sobre ese tema y más interesados estamos en ampliar lo que ya sabemos. El interés lector no es el motor del conocimiento, sino que, al revés, el conocimiento es el motor del interés lector. Respecto a la atención y a la inteligencia emocional, baste decir, que la mejor manera de educarlas es la lectura lenta. No hay coach que le llegue a Tolstoi a la suela de los zapatos.

Concluyo con una observación importante: el número de libros que un niño tiene en casa es el mejor predictor de su futuro rendimiento escolar.

9 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, ....siempre y cuando en el cole no les den (no lo dan, le obligan a pagar a los padres 400 euros+los libros) un netbook de 4GB,..... para poder conectarse a internet toda la tarde, ya sea para jugar o para chatear. Y ese santo grial del niño, reconocido por la escuela, es un derecho inalienable en la conciencia de un mequetrefe de 9 o 10 años que estando en 1º de ESO apenas sabe leer lo OTRO, sino más bien balbucear cuatro párrafos seguidos.

    Ahora eso sí, luego a principios de curso, el colegio propone a los padres despreocupados y dejados, que asistan a conferencias de psicólogos sobre cómo deben gestionar las TIC sus hijos. Eso es cinismo, con alevosía!

    Viva la pedagogía, la psicopedagogía y la madre que las parió!
    Un padre indignado con el mundo escolar

    Anacleto, agente secreto.

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    1. Entre coneixements i atenció, una paraula màgica: silenci.

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    2. Don Anacleto, aquí tiene usted mi hombro. Pero me temo que no convenceremos a nadie de que las nuevas tecnologías no son una nueva escatología liberadora.

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    3. Benigne: Totalment d'acord. He escrit molt sobre la pedagogia del silenci.

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  2. Aunque está implícito en el contenido del artículo, perdón si añado una apostilla a la frase final (que está muy bien, ojo) "... es el mejor predictor del futuro rendimiento escolar y de la clase de persona en que se va a convertir, que al final es lo fundamental".

    Hay un libro precioso de Julián Marías titulado "La educación sentimental" en el que muestra de qué modo la literatura ha ido modelando las relaciones personales a lo largo de la historia. En la parte final expone cómo en nuestra época el cine ha tomado el protagonismo en esta labor. Lo que sucede es que hay pliegues del alma humana (y no menores) que escapan a la mera exposición audiovisual. Qué ha sido de la poesía, por ejemplo, denostada como cursi o, lo que es peor y va en perfecta consonancia con lo que se dice en este certero artículo, como "difícil". Por no hablar de la filosofía, que tiene la desgracia de no caber en un manual de Ikea.

    Concluyo con el arranque del Anónimo Anacleto pero aquí sin añadido; respecto a la entrada "estoy de acuerdo".

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    1. El otro día escuchaba a Spielberg aconsejar a unos estudiantes de cine que no se preocupasen por la creatividad, que lo que tenían que hacer era conocer bien el oficio, porque si uno es creativo o no es algo que tienen que decir los otros. Estoy totalmente de acuerdo. Pienso algo parecido respecto a "la clase de persona". No sé si me explico...

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    2. He estado pensando en su respuesta desde el otro día. Para que vea que no predica en el desierto. Y en mi lento discurrir he llegado a los siguientes puntos:

      1) Se explica estupendamente. Y si como yo soy más bien espesito eso quiere decir que formidablemente bien.

      2) Sí, me resulta convincente su planteamiento, y de hecho me lleva a replantearme algunas cosas (si no, no habría estado tanto tiempo dándole vueltas)... pero hasta cierto punto.

      Y aquí me atrevo a invitar a un buen amigo suyo, Sócrates. Supongamos que le hubieran invitado a uno de aquellos banquetes atenienses, y recostados en el triclinio hubiera surgido este tema, ¿qué diría al respecto Sócrates? ¿Estaría de acuerdo con usted o sostendría que poner a nuestro alcance libros de autores sabios nos hace mejores? Y ya metiendo a Feuerbach en el banquete (por comida que sea), ¿no forman parte de nuestra alimentación constitutiva los libros (para bien y para mal)?

      Un cordial saludo.

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    3. Según cuenta Menexeno, creo que en el Lisis (ahora no me apetece comprobarlo), a Sócrates lo que le gustaba era contarles los cuentos de las abuelas a los jóvenes atenienses. Yo, que soy de pueblo, he vivido los tiempos en que las abuelas contaban historias junto al fuego, tengo que decir que Sócrates hacía bien en hablarles de eso y no del tostón de Heráclito el oscuro o de los dos caminos de Parméndies.

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    4. Añado: Los libros realmente buenos, duelen. Pienso, por ejemplo, en La muerte de Ivan Illich. A mí me hizo mucho daño, precisamente porque dice la verdad. Y por eso comencé a descubrir gracias a Tolstoi que la verdad puede estar reñida con el bien y la belleza. La belleza de un libro verdadero es -como decía el gran Lucrecio- la miel en los bordes de la copa que contiene una medicina amarga.
      Y para ser más sincero aún añadiré algo más que no sé si es prudente confesar: cuanto más lees, más te vas dando cuenta de que la vida es una búsqueda triste de alegría.
      Los libros que no duelen nada, que reconfortan y nos marcan el camino de baldosas amarillas, son otra cosa: productos manufacturados de la industria cultural. Ayudan a que todo funcione.

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