A diferencia de no pocos nietzscheanos, Nietzsche, el gran Nietzsche, sabía que era más fácil ser nihilista de tertulia que vivir de manera nihilista. Creo que incluso intuyó que cierta forma edulcorada de nihilismo podría ser muy bien recibida, como una pose estética de moda, por las gentes deseosas de estar al día, de ser personas de su tiempo. Es en lo que estamos. En esta tentación uno cae fácilmente, con frecuencia, y tan contento, resbalándose cómodamente por el sentido común. Creo que Nietzsche vería en el refugio estético moderno en el nihilismo de café un síntoma morboso, una enfermedad. Él siempre estuvo atento a esa forma tan humana de enfermedad que se pone de manifiesto en cuanto comenzamos a ponernos las cosas fáciles, buscando alivios existenciales contra el dolor de nuestra propia memoria.
La cuestión que le preocupa a Nietzsche es la de si hay alguna manera de vivir sinceramente el nihilismo que no oponga un no a la vida. Me parece que esta es, exactamente, la cuestión más candente, pero no de la actualidad, sino de cualquier tiempo.
La filosofía de Nietzsche presenta una analogía importante con los evangelios -o, al menos, creo que puede entenderse a partir de esa analogía-. Lo importante no es la muerte, sino la resurrección. La muerte es el resultado del esfuerzo destructor de Zaratustra: el paisaje desolado que queda tras el descubrimiento de la ausencia de fundamento. La resurrección es la afirmación de la vida más allá del ejercicio destructor. La resurrrección es la obra del Nietzsche constructor, del Nietzsche poeta, del Nietzsche que acepta su enfermedad como afirmación de la tristeza, de lo profundo, de la vida.
La filosofía del Nietzsche resucitado sabe que la vida es una enfermedad, un problema, una tristeza, pero, sin embargo, rehúye todo lo sombrío, porque la vida es una enfermedad, un problema, una tristeza que hay que amar, como amamos -dice él- a una mujer que nos hace dudar.
Hay que morir, pues, para regresar de los abismos, incluso de los abismos de la gran sospecha, como un renacido, con una segunda piel, un paladar más delicado y una actitud más jovial (las imágenes son de Nietzsche contra Wagner). El nihilista auténtico es el hombre que resucita como artista.
El nihilista conoce bien la oscuridad de la muerte, pero se cuida mucho de traer esa oscuridad a la superficie para ocultar con ella la luz del sol. La jovialidad del resucitado es incompatible con el mal gusto de los que a rajatabla, a cualquier precio, buscan la verdad. La probidad intelectual, "esa locura juvenil del amor a la verdad", es una fe que no puede compartir el resucitado, porque sabe que siempre hay otro velo bajo los velos de Maya, porque Maya es, exactamente, un desvelo.
El resucitado comprende la suerficie de las cosas. Es superficial, porque ha regresado a la superficie y venera, como los artistas, las formas que se despliegan bajo la luz. Por eso Nietzsche amaba solamente la música que le ayudaba a andar.
Maestro, esta reflexión la enrollo y la guardo en la copa de las reflexiones indispensables para la vida. Gracias.
ResponderEliminarEstimado Gregorio, desde que un buen amigo me recomendó su blog, suelo visitarlo con frecuencia. Me ha gustado mucho su reflexión de hoy. Entiendo que por esos mismos motivos que esboza usted aquí, Nietzsche se mostró reacio a aceptar esa majadería del romanticismo tardío de la "muerte por amor", esa idea de un sacrificio voluntario en aras de algo que se estima superior a la propia vida y que hasta tal punto impregna la obra musical de Wagner. Basta pensar en todas esas estúpidas "redenciones a través de la muerte", generalmente protagonizadas por mujeres como Isolda. Contra esta obsesión enfermiza, para escándalo de muchos melómanos wagnerianos, Nietzsche propuso nada menos que la tradición mediterránea y vitalista de la "Carmen" de Bizet, en la que la muerte de la protagonista no constituye un sacrificio, sino una afirmación decidida de una voluntad y de un modo de vida. ¡Bien por él! Y por usted por recordárnoslo a través de esta entrada.
ResponderEliminarSin negar lo que usted dice, yo añadiría otros dos elementos. Creo que Nietzsche vio en Wagner una dependencia cada vez mayor de lo estrictamente musical respecto a lo teatral, es decir una sumisión de la forma musical a la forma material. En segundo lugar creo que lo decepcionó profundamente el espectáculo de Bayreuth, que a su manera d ever ponía de manifiesto que la música de Wagner era mucho más conservadora de lo que había creído.
EliminarAbogando por el "Diablo"
ResponderEliminarUno de los errores más grandes de Nietzsche al escribir “Así habló Zaratustra” es el no haber puesto la advertencia que daría antes del preludio de "El anticristo": “esta obra es difícil de entender y probablemente nadie lo haga, tal vez algún día alguien lo logre”. Vemos que la filosofía de Nietzsche es para sentirse no para estructurarse (en palabras suyas debemos librarnos de lo apolíneo y llegar a lo dionisiaco) , por ello antes de comenzar con un análisis debemos librarnos de nuestros prejuicios y acercarnos a éste texto de manera limpia.
para seguir leyendo visita:
www.proyectosapereaude.blogspot.mx/2011/09/abogando-por-el-diablo.html
Abogando por el "Diablo"
ResponderEliminarUno de los errores más grandes de Nietzsche al escribir “Así habló Zaratustra” es el no haber puesto la advertencia que daría antes del preludio de "El anticristo": “esta obra es difícil de entender y probablemente nadie lo haga, tal vez algún día alguien lo logre”. Vemos que la filosofía de Nietzsche es para sentirse no para estructurarse (en palabras suyas debemos librarnos de lo apolíneo y llegar a lo dionisiaco) , por ello antes de comenzar con un análisis debemos librarnos de nuestros prejuicios y acercarnos a éste texto de manera limpia.
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