Leyendo a Ruiz Quintano, que escribe hoy sobre La Canina, he recordado un sarcófago romano que juega irónicamente con el precepto délfico que tanto impactó a Sócrates, "Conócete a tí mismo". Conocerse a uno mismo es, entre otras cosas, aceptar la propia mortalidad sin aspavientos. Pero hoy, mientras que no tenemos reparos en mostrar la carne viva en cualquier circunstancia y de cualquier manera, ocultamos la carne muerta. No se debe, por ejemplo, enseñarla a los niños, no sea que se vayan a traumatizar. El pecado de la carne es hoy el de la impudicia de la carne muerta. En los funerales ocultamos el cadáver y contratamos a músicos, para hacer de la muerte algo sentimentalmente etéreo. Nos cuesta entender que alguien esté dispuesto a dar la vida por nosotros, especialmente si después hemos de decidir qué hacer con su cadáver.
¿Cómo afecta todo esto a la percepción de lo noble? La nobleza se ha entendido tradicionalmente como la dedicación en cuerpo y alma a algo que es más grande que uno mismo. En la posibilidad de esta dimensión finalista de la existencia humana se encuentra la singularidad de lo humano. Si la eliminamos o la reducimos nos vemos abocados a tener que explicar lo humano a partir de lo infrahumano. Por ejemplo a partir de Darwin. Parece evidente que para preservar la integridad del cuerpo es del todo imprescindible resistirse a entregar la propia fidelidad a causas que nos exijan "demasiado".
Más cosas sobre La Canina: aquí y aquí.
Llevas mucha razón en que no nos educan para la muerte, por ser cosa fea y desagradable, aunque real para todos. Yo aún estoy padeciendo en mis carnes esa carencia educacional, pero creo que ahora se intenta paliar esto ¿no crees?, al menos en los pequeños que yo conozco se intenta mostrar la muerte como algo natural, que no es poco
ResponderEliminarTracy, yo más bien creo que la muerte "personal" se nos presenta precisamente como incomprensible; de algún modo, "contra-natura". Sólo en la medida en que despersonalizamos la muerte, la tomamos con naturalidad.
ResponderEliminarEs cierto que constatamos que toda realidad perece, pero nos resulta incomprensible la desaparición de "alguien". Podemos ver la muerte de cien mil personas por un desastre, pero no podemos asimilar la de alguien querido, vivido personalmente.
Todo indica que estamos llamados a algo más, aunque en el fondo desconozcamos si ese algo más existe o sólo lo ansiamos. Ahí está el quid de la cuestión.
¿Y las docenas de series de tv tipo csi, con la presencia constante de un fiambre, a ser posible despanzurrado, en el centro de la pantalla, aunque no quepa duda alguna de que ha muerto de varios disparos en el corazón? Porno duro, debe ser.
ResponderEliminarSi, tiene usted razón, la muerte como espectáculo sigue teniendo su audiencia. pero las muertes con nombre propio tienen poco de espectacular.
EliminarNada más absurdo que pretender educar o preparar a alguien para la muerte. Cuando llega, llega. Y todo lo demás sobra.
ResponderEliminarhttp:antoniolopezpelaez.com
Si somos seres mortales no sé por qué debiéramos negárnoslo a nosotros mismos. La muerte, al menos la de los otros, incluyendo con frecuencia la de nuestros seres queridos, forma parte de nuestra vida.
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