... de isobaras enloquecidas, me dejan para el arrastre. Les ahorraré mis penas laberínticas, pero son ... digamos que muy jodidos. Ya intuí lo que se me venía encima cuando hace dos días, después de hablar durante hora y media en un curso de ESADE tuve que ir a refugiarme en el próximo Monasterio de Pedralbes, para calmar con su silencio los desmanes de mi oído interno. En fin.
Pero los días como hoy, en los que voy arrastrando mi cuerpo, son también los que más decidido estoy a vivir sin dar pena, aunque para ello tenga que ponerle una vela a la Santa Excentricidad. Así que mientras tomaba mi café con leche en la Plaza de Ocata he soltado un mitin proponiendo que todos los españoles paguemos uno o dos euros para el mantenimiento de la Duquesa de Alba y otros especímenes de la prensa coronaria. Un copago, vaya. Si la SGAE obliga a pagar una cuota a las organizadores de festejos populares cuando las orquestas que contratan interpretan música ajena, no veo -he dicho- por qué las tertulias hispanas no deberían pagar un impuesto a la corte del chascarrillo. Eso sí, a cambio, los cortesanos y cortesanas deberían darnos motivos para hablar un poco más sustanciosos que los habituales. No he tenido mucho éxito, aunque he sido muy aplaudido.
Después me he encontrado con R. que dice que tiene un barco en buenas condiciones y muy bien de precio que me podría interesar. Pero en días como hoy, en los que la verticalidad es una aspiración precaria de mi voluntad, cualquier insinuación de balanceos me deja al pairo y en borneo.
He ido a comprar el pan, a mi panadería habitual. Mi panadera estaba sirviendo a mi pollera y al verme me han abierto su corazón. Estaban hablando de la eyaculación femenina y querían saber mi opinión, pobre de mí, sobre tan arcano asunto.
De la panadería a la librería, que está a un paso. Me he comprado Pagèsiques, de Perejaume. Jacint Bassó no ha parado de insistirme: "Luri, tienes que leerlo". Lo he abierto, y he quedado subyugado. ¡Al fin, un poeta!
Acúfenos, tienen por nombre esos pitidos internos del oído contra los que no es fácil luchar. Al parecer, nuestra juventud de hoy los padecerá de por vida, como resultado de la conexión constante a la música hiperdecibélica mediante auriculares. La sensibilidad a los cambios de tiempo está mmuy extendida. ¡Menudas cefalalgias he padecido! Sólo las podía combatir con nolotil, a veces bebido. Una de mis más hermosas experiencias fue padecer una mientras se estaba formando una tormenta y, al desatarse ésta, sentir cómo el dolor salía de mi cráneo dolorido como si lo hiciera por un imbornal...
ResponderEliminarAdmiro a Perejaume y como ha ido construyendo su obra. Es un artista, esa especie extraña y rara de encontrar. Y buena gente, además. Como combinación doblemente rara.
ResponderEliminarAnoto la recomendación.
Ánimos con esos mareos o vahídos... siempre me gustó la palabra vahído.
Ay, que ya me estoy yendo por las ramas: eso, que ánimos.
jeje bueno pocos son tan buenos poetas... Y me encanta tu lexico hermano :)
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