miércoles, 2 de junio de 2010

Agustiniana

Como el lunes tengo que hablar del amor, ando releyendo Las confesiones del infinito Agustín. Inevitablemente, ahora, a mis cincuenta años, me encuentro con un Agustín diferente del que me encontré a los treinta. No sé si es que ahora lo leo mejor o que, simplemente, me he encontrado en cada caso con el Agustín adecuado para mi edad lectora. Ahora lo leo con cierta distancia y a veces me parece que el alma retórica que siempre tuvo, es incapaz de resistirse a la tentación del barroquismo formal, con lo cual la confesión es una creación, más que una recreación de sí mismo. Por ejemplo: "¿Dónde estaba yo cuándo te buscaba? Cierto que tú estabas delante de mí, pero como yo había huido de mí mismo, no me encontraba. ¿Cómo iba a encontrarte a ti?" (V.2). Pero aquí se encuentra también ese punto de voluptuosidad literaria que provoca su lectura. ¡Cuántos poetas modernos lo imitan sin saberlo! Más aún: a veces me parece que Las Confesiones son el primer capítulo de la literatura moderna.

11 comentarios:

  1. Tiene usted razón, D. Gregorio. Cabría decir que lo que en Agustín es novedad se convierte en nuestro siglo en norma, y creo que el mismo santo se vería sofocado por tanto "yo" que inunda buena parte de lo que se escribe.
    Agustín inaugura el yo como problema - "Me he convertido en problema para mí mismo" - pero, ¿no piensa usted que esto está lejos de querer decir que "yo soy el único problema"?
    La obsesión por el yo me parece asfixiante, y ante tanto regocijo en mirarse la propia subjetividad sólo se me ocurre que, ciertamente, ciertos artistas tienen un problema.

    Saludos

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  2. Si, Borja, efectivamente, en Agustín se encuentra uno con una exploración por una tierra incógnita. En el "yo" contemporáneo hay un paseo narcisista por el cuarto de estar de mi casa, cuyo valor reside en que es "mío" y, especialmente, en que es "mi cuarto de estar" y, por lo tanto, tengo derecho a decorarlo como se me antoje.
    Agustín apuesta, corre peligros, se equivoca, abría vías; el yo moderno es un yo clausurado en la melancólica posesión de sí mismo.

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  3. Y si en la clausura se encuentra uno mismo que no está solo? Que no hay distancia que le separe de esa compañía? El otro, la angustia, la muerte. No sé lo que digo, pero no sería tan raro que la casa cerrada del yo la tomaran esos inquilinos. Y que no se posea nada, ni melancólocamente.

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  4. MLL: Ese "melancólicamente", sea o no lapsus calami, me lo quedo.
    El Yo habitado habitado por sus sombras yoicas y cavernarias...

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  5. "Melancólocamente"? No está mal el lapsus... ¿Locura negra? Cavernario total, sin salidas a la luz.

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  6. Creo habérselo leído a Sánchez Pascual: la voz de Samuel Beckett es el yo cartesiano sin Dios.
    "Esa débil voz que no ha sabido hacerme", tan trágica y tan estrepitosamente cómica.

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  7. En efecte. Agustí d'Hipona, amb Teresa de Jesús i Montaigne, 'inauguren' la literatura del 'jo' entès com a subjecte literari.

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  8. Lola: En el caso del cristianismo hay algo hiperbólicamente majestuoso: El amor de Dios al hombre, que dota al pobre ego humano de una dignidad escandalosa, puesto que es querida por Dios... casi me atrevería a decir que es añorada (¿se puede amar aquello en lo que no se reconoce algún valor?) por Dios. Sin la afirmación del amor procedente de Dios hacia el hombre, no hay cristianismo.

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  9. Teresa: el invent d'Agustí és tan gran que hem d'esperar a Teresa pel que el continuï...

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  10. Y ahí radica la enorme, profunda, diferencia del cristianismo, Gregorio. El hombre, casi sin Dios, ciego ante Dios, queda sometido a la Ley en las otras dos religiones monotiestas, y a una normativa abusiva, casi ridícula, de hasta los menores gestos de la cotidianeidad. Estoy de acuerdo. "Estima Déu, i fes el que vulguis"! És genial!!!

    QUÈ FARÀS TU, DÉU...

    Què faràs tu, Déu, quan jo mori?
    Sóc el teu càntir (quan em trenqui?).
    Sóc la teva beguda (si em malmeto?).
    Ta vestidura sóc i el teu mester,
    perdràs el teu sentit quan jo deixi de ser.

    Després de mi no tindràs casa
    on et saludin mots íntims i càlids.
    I caurà dels teus peus plens de fatiga
    la vellutada pantofla que jo sóc.

    Et fugirà el teu gran mantell.
    El teu esguard, que jo amb la meva galta
    calenta acullo com amb un coixí,
    vindrà i em buscarà temps i més temps-
    i a la posta de sol en el faldar
    d'estranyes pedres anirà ajaient-se.

    Què faràs tu, Déu? Jo tinc por.

    (Rilke, traduït per Vinyoli)

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  11. Gracias, Lola.
    "La vida completa del cristiano es deseo santificado" (Agustín, De la doctrina cristiana).

    Celso se reía de los cristianos por creer en un dios que los amaba. Claro que para un platónico los dioses son aneróticos, por autistas, o sea, por plusquamperfectos.

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