lunes, 12 de febrero de 2007

Satán llorando

Un teólogo musulmán oyendo el sonido de una flauta exquisita, dijo a sus discípulos:
Es la voz de Satán que llora sobre el mundo”.
Les explicó que Satán llora sobre el mundo porque no puede detener su permanente hundimiento en el olvido: llora por las cosas que pasan; quiere reanimarlas, porque mientras ellas caen, sólo Dios permanece. Satán no puede dejar de llorar porque ha sido condenado a enamorarse de las cosas que pasan y al verlas desvanecerse con tanta rapidez, se deshace en lágrimas.
"¿Es posible -se preguntaba María Zambrano- enamorarse de las cosas que pasan, incluyéndonos a nosotros mismos, sin llorar por su desvanecimiento?"

8 comentarios:

  1. Es del todo imposible. De aquí que "soy un fue y un será y un es cansado".
    Y, sin embargo, qué hermoso el recuerdo.

    Lola

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  2. ¿Y si no nos enamoramos de lo presente, Lola, qué decimos cuando decimos "te quiero"?

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  3. En mi caso, ya conoces mis perversiones, "hasta que la muerte nos separe", eso digo. Y si no, pues no lo digo.

    Lola

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  4. Son las mías. Y en ellas nos acompañan ni más ni menos que Arendt y Nietzsche (o, quizás mejor, una Arendt pendiente de Nietzsche): Contra la fatalidad del tiempo, la fuerza antifatalista de la voluntad, con la capacidad de mantener la fidelidad a la palabra dada.

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  5. Un remedio posible es la purificación de todo apego material. Eso lo predicaban Sócrates, los estóicos, Jesús, etc.

    "... Ojalá considere rico al sabio, y sea el total de mi dinero lo que nadie sino el hombre moderado puede llevarse consigo o transportar" (Plegaria al dios Pan -trad. L. Gil).

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  6. La memoria nos alimenta: podemos desvanecernos sentimentalmente por las cosas que a su vez se han desvanecido en el pasado. Enamorarnos de lo que se ha ido, de las cosas perdidas, incluso de lo que recordamos como belleza, o como virtud, pero todo eso lo hacemos en el momento fugaz, el que no es "ya no": hablo del presente en su dimensión de presente continuo. Si nos enamoramos de lo que se ha ido lo hacemos en presente, y si nos enamoramos de lo que es lo hacemos en presente.
    Y maltratamos mucho al presente, hasta convertirlo ocasionalmente, en una banalidad, cuando es nuestra única realidad.

    (Observo que mi comentario sobre la belleza anotado a media tarde, se ha desvanecido del post anterior y me parece que esa desaparición viene al pelo, porque en él citaba, ahora en pasado, una hermosa estrofa de Rilke sobre lka belleza. Perdida la oportunidad por accidente queda el recuerdo)

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  7. ¿Pero ese camino, Joaquín, no nos lleva directos a la renuncia de la última posesión, la del mismo YO; es decir, al misticismo cristiano o al nihilismo budista?

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  8. Siento lo de tu comentario desvanecido, Luis, y lloro por él.

    La réplica de esta historia se encuentra, probablemente en una historia del gran Pavese (¡¡a éste tenía que haberlo puesto entre los escritores que me han influenciado!!!), "Diálogos con Leucó". Cuenta la necesidad que tiene Zeus de abandonar el Olimpo inmutable y perderse entre las viñas de los hombres, porque sólo entre los efímeros se puede disfrutar del instante y gustar el agridulce sabor de lo posible.

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