sábado, 6 de diciembre de 2025

Un borracho a caballo

Quizás las buenas intenciones sean el principal enemigo de la filosofía. Es decir, el deseo de injertar en la realidad nuestros deseos con la esperanza de que el tiempo se precipite haciéndolas realidad. Pero las buenas intenciones suelen tener mucha más prisa por cambiar las cosas que por comprenderlas; siempre piensan a favor de lo que pueda complacerlas y en contra de todo aquello que pueda hacerles daño, como si se pudiera pensar honestamente si se tiene miedo a hacerse daño. O, dicho de otra manera, las buenas intenciones se empeñan siempre en cambiar lo que muy precipitadamente se cree haber comprendido. El primer deber de quien quiera comprender y, por supuesto, el primer deber de quien quiera poseer eso que llamamos "pensamiento crítico", es aprender a describir, es decir, aprender a ver en las cosas, como decía Balmes, lo que hay en ellas, ni más, ni menos. Digo esto pensando en la incipiente filosofía de la innovación. A mi modo de ver la innovación es un caballo desbocado sobre el que cabalga un borracho. Pero los filósofos de la innovación tienden a pensar que se puede poner al servicio de nuestras buenas intenciones. Si Marx confiaba en la máquina para construir un mundo nuevo, la innovación confía en sí misma. Marx aceptó, y el mundo nuevo fue un infierno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Un borracho a caballo

Quizás las buenas intenciones sean el principal enemigo de la filosofía. Es decir, el deseo de injertar en la realidad nuestros deseos con l...