miércoles, 3 de diciembre de 2025

Sevilla, Málaga.

El lunes en Sevilla, el martes en Málaga (invitado por la buena gente de CESUR) y el miércoles en Madrid. Todo transcurre bien y serenamente. Estoy satisfecho. Esta tarde presentamos La dignidad del mediocre en la Fundación Tatiana. He viajado de Sevilla a Málaga en un coche particular en magnífica compañía, pero al llegar al hotel me apetecía estar solo, descansar un poco y salir a picar algo, a mi aire, por las cercanías de la catedral. Callejear es algo parecido a un vicio solitario. Chispeaba y hacía fresco. Sin embargo los turistas parecían en su salsa. Me senté en una terraza cubierta, frente al Thyssen, al lado de una pareja de mi edad que estaban  en una mesa alta, sentados en taburetes. Pedí ensaladilla rusa y tortilla de camarones. Cuando me sacaron la ensaladilla la pareja -alemanes- se interesó por cómo se llamaba lo que comía. Se mostraban tan interesados que les ofrecí que la probaran, pero se negaron derramando sobre mí toda suerte de agradecimientos y ensalzando la hospitalidad hispana. A medio comer la ensaladilla me sacaron la tortilla y volvieron las preguntas y mi oferta. Esta vez la mujer dijo que sí y se hizo con una buena porción de tortilla. Tenía que ofrecerle al marido, que me miraba como pidiendo limosna. Casi se zampó otra buen trozo. Eso sí, sin parar de agradecer la generosidad hispana. Les dije que para confirmar esta hospitalidad visitaran el puente de los alemanes. Me obedecieron, se fueron, me dejaron solo, llegaron dos músicos y se pusieron a tocar en medio de la calle. Pedí otra tortilla. ¡Qué par de genios, los dos músicos!

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