El día de ayer, 9 de diciembre del año 2025, fue un día memorable. Comenzó viajando temprano a la Clínica del Remei porque la burocracia tiene más poder que la terapia y haber que revisar papeles. No critico al personal de la clínica. Al contrario. Hicieron lo que tenían que hacer con la mayor diligencia y amabilidad. Saben tratar a los adultos como adultos, que no es poca cosa. No me gustan nada los sanitarios que para mostrar que se preocupan de ti te tratan como si fueras el niño de una guardería que se ha caído en el patio. Hace ahora quince años pasé también por el quirófano de esta clínica y salí tan satisfecho con el trato recibido que pregunté si había manera de dejar una muestra escrita de mi agradecimiento. Pero todo lo que tenían era hojas de reclamaciones. No había hojas de felicitaciones. En esta ocasión hasta el anestesista -cubano- me trató con la mayor diligencia. Me puso anestesia total y desperté operado y dispuesto a comerme el mundo con mis muletas. Para las cinco de la tarde ya estaba en casa. Mi mujer salió un momento a comprar heparina y yo me levanté del sofá para llevar una bandeja a la cocina. Y entonces me caí dando con la cabeza contra el filo de un peldaño. Noté que perdía el equilibrio y que caía pero no recuerdo los detalles de lo ocurrido. Solo sé que me vi en el suelo sangrando por una herida en la cabeza y sin fuerzas para levantarme. Como la sangre iba en aumento intenté levantarme para que mi mujer no se asustara al verme tirado cono un guiñapo, pero no podía. Alcancé el teléfono y la llame. Resultado: 5 puntos de sutura en el frontal posterior. Pero tras las pruebas pertinentes concluí que lo que de verdad estaba herido era mi ego.
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