I
Lo he dicho varias veces, pero volveré a insistir en ello muchas más: lo nuestro es la exageración. Exageramos nuestros bienes y nuestros males, nuestras virtudes y nuestros vicios con las palabras más tremendas. Lo que ocurre es que las virtudes exageradas pierden pronto credibilidad, mientras que los vicios exagerados dejan un poso de frustración y amargura.
II
Vivimos días de exageración mayúscula. Las desgracias son reales y muy dolorosas. Están ahí. Hay cientos de cadáveres en Valencia, miles de personas sin consuelo, un panorama desolador. Y como ni las cosas se resuelven con la diligencia que nos gustaría ni las autoridades explican claramente a qué es debida esta falta de diligencia, concluimos que «España es la vergüenza de Europa».
III
Como las exageraciones son sustituidas pronto por otras exageraciones, lo que queda es el tono, mientras el contenido varía. La exageración acaba aburriendo al espectador.
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