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lunes, 16 de septiembre de 2024

Hoy tampoco hablo de Eros

I

Tengo que hablar del nieto que lleva a misa a su abuelo en silla de ruedas los domingos por la tarde y lo pone en primera fila, para que el cura pueda darle fácilmente la comunión. Probablemente la prueba más clara de que te estás haciendo viejo es la del despertar de una cada vez más fina sensibilidad al trato que reciben los abuelos de sus nietos. Cada edad trae sus inquietudes específicas.

II

No voy a decir nombres, no hace falta. Digamos que había un escritor (que pasa por) moralmente bueno y mal novelista ante un escritor (que pasa por) moralmente perverso y gran novelista. El primero rinde una desvergonzada pleitesía al segundo, hasta que éste, visiblemente incómodo, se levanta y se va. Y entonces el (que pasa por) moralmente bueno cambia de actitud y pasa a considerar al (sin duda) buen escritor ausente como una pifia, una lamentable equivocación crítica, una prueba de la desorientación literaria general del país, alguien del que dejaremos de hablar pronto.

III

Organicé una buena en el tren que me trajo de Lleida a Barcelona. Con mi billete en la mano accedí al vagón que me tocaba y busqué el asiento que me correspondía, pero estaba ocupado. El ocupante -en este caso, la ocupante- me enseñó su billete y se correspondía con mi sitio. Supuse, dada que mi confianza en la RENFE no era precisamente descomunal, que era un error de RENFE y ocupé un asiento libre, pero que quizás estaba asignado a otro viajero. Así que, en cuanto lo vi, fui muy digno a protestar al revisor, que me demostró en medio segundo que me había equivocado de billete. El genuino lo tenía guardado en otro bolsillo y en él tenía adjudicad la plaza en otro vagón.

IV

Me invitan a hablar en un lugar y me proponen un tema que no me gusta mucho, pero pienso que puedo adaptarlo a mi manera de verlo. En la publicidad del acto alguien ha resumido en cuatro líneas lo que -no sé por qué- supone que sería mi parlamento. Esto me molesta mucho y quizás por ello a medida que voy escribiendo mi conferencia me voy radicalizando y cada vez me alejo más del tema propuesto. El resultado final está escrito deliberadamente contra el tema propuesto. Al día siguiente compruebo que los medios de comunicación recogen de mi conferencia el título original y el resumen imaginativo del redactor anónimo del programa. 

1 comentario:

  1. IV. La pensa se cargaría a Carneades en dos días (o, en dos discursos).

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