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miércoles, 4 de septiembre de 2024

En ocasiones, hasta Homero da una cabezada

 I

Agradabilísima cena en algún lugar de Madrid al que yo sería incapaz de volver. Uno se deja llevar y traer y la cordialidad conduce. Estas cenas de finales de verano cuando aún llevamos viva la memoria del sol de vacaciones en la piel y ya estamos adentrándonos en la cotidianeidad laboral, tienen algo de reivindicación del tiempo que huye, como si intentásemos echarle el freno y acomodar su paso al nuestro.

II

En los ratos que tengo libres estoy leyendo El perfecto pescador de caña, de Izaak Walton. Tengo la sensación de que este es un libro para leerlo en su idioma original. En español es fácil intuir el ritmo del texto original, la cadencia, el juego con el tiempo de la prosa para intentar cazar con su red el otro tiempo, el dela vida que huye... pero este ritmo original se intuye, no se disfruta. El libro lleva un prólogo de Unamuno un poco decepcionante, pero ya se sabe que «quandoque bonus dormitat Homerus», es decir, «en ocasiones duerme el gran Homero». Y si en ocasiones hasta Homero duerme, Unamuno está más que redimido. 

III

Con bastante frecuencia me despierto por las noches a horas intempestivas con la respuesta a un problema que no he sabido resolver durante la vigilia. Así que cuando me despierto sin ninguna respuesta, sin nada que me urja a levantarme y a recogerla en un papel, me encuentro desvelado sin motivo y es entonces cuando, con la mente en blanco, sintiendo el paso vacío del tiempo, más me cuesta volver a dormirme.

1 comentario:

  1. El perfecto pescador de caña, de Izaak Walton.
    No lo conozco. Pero ahora he leído el prólogo de D. Miguel que no había pescado en su vida. Manda huevos!. Me congratula saber que se títuló " o el recreo del hombre contemplativo". Qué gran acierto! Los contemplativos vemos en la pesca de caña un recreo metafísico, es así. La lástima es pensar que el autor, creo, se ceñía a la pesca en el río. Cuando la pesca de caña, verdaderamente sublime, es la de estar frente al mar, en un amanecer o atardecer, solo con tus cañas, cuando la playa está desierta y las olas solo te hablan a ti
    E(R/S)

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La piel de la culebra

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