Hace unos años, no muchos, viajando mi mujer y yo en el cercanías, seguimos al detalle, en vivo y en directo, la ruptura telefónica del joven que se sentaba a nuestro lado con su pareja. Los gritos de ella, por cierto, se oían más nítidamente que los susurros de él. En diez metros a la redonda se hizo un silencio expectante que nadie quería romper. Seguiamos el proceso de ruptura paso a paso a medida que iba tomando cuerpo. Recuerdo esto cada vez que me encuentro en el cercanías con alguien aventando a gritos por el movil la paja de su vida. Esta impúdica y desacomplejada trivialidad deja tambaleando mi filantropía. Así que, visto el asunto con perspectiva, el caso de aquel joven rupturista se convierte en un agarradero de esperanza para compensar la erosión de mi confianza en el género humano que me sale al encuentro en el tren. Aún hay gente que tiene algo sustantivo que decirse por el móvil. Lo sé porque he sido testigo de ello.
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jueves, 7 de julio de 2022
Testigo
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Perillán
I Contestándole un mensaje a Jorge Freire me emerge espontáneamente de no sé donde, pero directo y contundente, el adjetivo "perillán&...
Qué desagradable. Un beso
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