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domingo, 31 de julio de 2022

E lucevan le stelle


Ayer me llevé a Puccini a Sant Mateu. Le di la mano al salir de casa y se la solté al volver. O sea que podríamos decir que se tarda una "Tosca" en subir y bajar a Sant Mateu desde mi casa.


Como había llovido durante la semana el suelo estaba blando y en muchos lugares parecía intacto, sin la marrca de una suela. Estamos en ese momento del verano en que la vegetación comienza a parecer cansada y a los pinos se les han deslucido los verdes. Pero ayer el aire estaba limpio y nuevo.

A partir de las 20:00 comienza el espectáculo. El sol, al ponerse más allá de la montaña que está detrás de las montaañas, levemente insinuada en el horizonte, Montserrat, manda sus rayos casi horizontales a iluminar claros del bosque con una luz tamizada por el mismo bosque y el ambiente se carga de magia.


Todo evoluciona rápidamente. Los perfiles, apenas dibujado por la luz, se desvanecen, pero en su desvanecerse se permiten el lujo de componer una sinfonía cromática de una belleza efímera. El instante se carga de sentido precisamente por su evanescencia. Uno se siente cazador de momentos de una luz que invita a perderse en ella. 


Como en la caza, es la presa la que sorprende al cazador en estos atardeceres y el lance no es sino la inmersión apasionada en el instante del paisaje.
Y poco a poco se fue apagando todo "E lucevan le stelle" al abrir la puerta de casa..

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