jueves, 8 de abril de 2021

Estoy bien, gracias

Estoy bien. 

Estoy bien a pesar de que el jaleo armado en los medios sobre los efectos secundarios de la vacuna Astra Zeneca y las posturas contradictorias de los responsables políticos me hacen sentirme un poco como un animal de laboratorio. He dormido perfectamente. No he tenido ni fiebre, ni dolores en las articulaciones. Pero después uno pone la televisión... y el derecho a la información me deja perplejo.

Pero estamos mal. La pandemia ha demostrado ser un fenomenal test de estrés para la Unión Europea y parece claro que no lo estamos sabiendo superar. Voy a ser optimista: Quizás los europeos tengamos que fracasar para poder avanzar. Quizás al ver el ridículo que estamos haciendo nos hierva un poco la sangre. ¡Qué triste la imagen de Ursula von der Leyen ante Erdogan y qué lamentable la falta de reacción de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo! ¡Cuánto se tiene que estar divirtiendo Putin con nuestra reiterada torpeza!

En la plaza de Ocata me encuentro con una de las grandes figuras del periodismo español, Eduardo Álvarez Puga, al que la edad parece ir clavándole los pies al suelo. ¡Tantas tertulias como hemos compartido! Me ve leyendo a Ruano y se sorprende. "¡Qué facha!", exclama. Inmediatamente añade que "se pintaba las uñas". Pero reconoce que escribe bien. Ahora mismo he terminado sus Memorias. Creo haber encontrado una parte de lo que buscaba: notas para un futuro ensayo sobre las estrategias de la autopercepción. 

La política doméstica. Seguimos con la jeremiada de escandalizarnos con lo que siempre ha sido así. La política tiene algo de esencialmente infantil. Basta prestar un poco de atención para escuchar argumentos propios de patio de escuela: los "¡Y tu más!", los "¡Pues ahora vas a la seño!" (que en nuestros días son los jueves y la prensa), los "¡Ya no soy tu amigo!" ("¡Ya no te ajunto!", decíamos en mi pueblo). La política, para entenderla, hay que observarla desde cierta distancia... desde la paradójica distancia que te condenaría, de presentarte a las elecciones, a no llevarte ni un voto.

En Gracia y justicia, del 17-10-1931.

3 comentarios:

  1. "Ahora mismo he terminado sus Memorias. Creo haber encontrado una parte de lo que buscaba: notas para un futuro ensayo sobre las estrategias de la autopercepción."

    Sobre Ruano habría mucho que decir (yo leí hace años su Diario y sus Memorias tras haberlas encontrado por casualidad en Amazon saldados a 10 € el volumen - nuevos ambos - y luego varias cosas sobre él, de Umbral y otros). Una de las claves para entender su muy compleja personalidad es la sexualidad. En uno de los dos libros (creo que son las Memorias) varias veces hace alusiones a una muy probable homosexualidad. Y en ambos libros a su gusto por ciertas "perversiones sexuales". Creo que es Umbral quien cuenta una de ellas: Ruano invitaba a jóvenes bellos y fuertes a su casa para que hicieran el amor a su mujer (otro personaje de novela) delante de él, mientras él "se autocomplacía" sentado en un sillón. Hay asimismo índices en esos dos libros de que Ruano era también masoquista (de los que practicaban con una señora especializada).

    Si supiera dónde tengo esos dos libros (entre mi jaleo de libros), le citaría los pasajes ambiguos en los que parece aludir a su compleja vida sexual (y la culpabilidad que le producía por ser contraria a muchas de las ideas que aparentaba defender).

    Pero lo que yo quería decirle ante todo es que Ruano, en cuestiones de "estrategias de la autopercepción", es un enano al lado de otro escritor mucho más contradictorio y complejo aún que él: Cocteau. Su "Diario" (8 volúmenes publicados por Gallimard) podría definirse como una empresa para imponer a la posteridad la "autopercepción" como genio de la literatura que Cocteau tenía de él mismo. El problema es que tenía un amigo (del que habla mucho y muy bien) al que conoció durante medio siglo y que era un verdadero genio: Picasso.

    Cocteau admiró siempre y muy sinceramente a su amigo Pablo, y se sintió siempre acomplejado ante él. Podría decirse que Picasso fue el obstáculo mayor a la autopercepción megalómana de Cocteau.

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    1. Gracias, Baltasar. En el fondo a Ruano le gustaría poder estar públicamente a la altura de la imagen interior de sí mismo. Por eso de vez en cuando se le escapan imágenes de sus querencias. Ahí está el juego lingüístico que me interesa porque no sé (aunque lo sospecho) hasta qué punto las imágenes que construimos de nosotros mismos merecen de verdad nuestro respeto.

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    2. A mí la imagen de Ruano que me quedó tras haber leído esos dos libros (pero debe de hacer 5 o 6 años que los leí con varios meses de intervalo) es la de un tipo atormentado, secreto y sobre todo contradictorio: a la vez muy sensible y muy indiferente, muy lúcido y muy ciego, muy inteligente y muy tonto, muy elegante y muy vulgar, muy vanidoso y muy acomplejado, muy chulo y muy temeroso, muy cínico y muy deseperado...

      Voy a buscar esos dos libros, que recuerdo haber subrayado y anotado mucho, para ver si puedo citar frases significativas.

      La idea de hacer un ensayo sobre "las estrategias de la autopercepción" para analizar el hecho de si "las imágenes que construimos de nosotros mismos merecen de verdad nuestro respeto", es una excelente idea - sobre todo si se basa en Diarios literarios (y en ese caso hay muchos muy interesantes, como el de Benjamin Constant o el Amiel por ejemplo, que fueron muy lejos en el análisis de sí mismos - contrariamente a otros diaristas como los Goncourt, Gide o Léauteaud, que escribían para un público literario.

      Mi opinión sobre el asunto es que todo el mundo tiene dentro de sí mismo la famosa vocecita extraordinariemente lúcida, por no decir implacable, que nos recuerda con frecuencia nuestra verdad íntima, por mucho que intentemos disimularla públicamente. De ahí que cierta gente, como Ruano o Cocteau, tenga que exagerar tanto la disimulación de lo que realmente es.

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