Lo sorprendente de este libro no es que nos muestre un Valera liberal, socarrón y escéptico en pleno dominio del nacionalcatolicismo, sino que petenezca a una colección pensada para alumnos de bachillerato.
La mañana, curiosa, ha comenzado con una llamada desde las Cortes y ha acabado con otra de un periodista que me entrevistará a las 17:30.
Cada vez me interesan menos las novedades literarias. Prefiero dejarme llevar por la lectura que se insinúa en el libro que estoy leyendo, es decir, me gusta que las lecturas futuras respondan a un reclamo de las presentes. Cada libro convoca a otros y así se va estableciendo un diálogo entre ellos. Leer sin intención de novedad no significa que no encuentre en los libros insinuaciones muy potentes de algo nuevo. Lo que se ha quedado atrás no ha exprimido, en modo alguno, todo su significado; muchas veces recluimos a las estanterías de lo viejo a autores que dejaron insinuadas en sus obras ideas que en su tiempo no encontraron la posibilidad de desarrollo y que ahora, vistas desde el presente, ofrecen pistas interesantes para la comprensión de lo que nos pasa. Se trata pues, de ir tirando de los hilos sueltos de los libros viejos. La experiencia, lo aseguro, merece la pena. Te permite liberarte del círculo encantado de las palabras en boga, que acaban imponiendo su propio horizonte de sentido.
Tras dejas a Valera he tomado el tomo de Balmes de la Nueva Biblioteca Filosófica (1932).
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