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domingo, 4 de abril de 2021

Mañana larga

Mañana larga de lectura en la plaza de Ocata. Constato de nuevo que la mejor manera de leer es con un café con leche al lado. Incluso la taza vacía sobre la mesa resulta estimulante. El sol andaba jugando al escondite con las nubes, pero cuando brillaba, lo hacía casi con saña. He acabado con la cara quemada y la frente tostada.

No sé por qué pienso en un cementerio de altísimos cipreses en el que sea prescriptivo enterrar a los muertos vestidos de etiqueta. Subterráneos influjos de Ruano, supongo. ¿Es sólo el pudor lo que nos empuja a enterrar a la gente bien vestida? A una amiga de mi madre sus hijos la enterraron con sus mejores joyas. El ataud era metálico. Mercedes, se llamaba. Me contó mi madre que vieron juntas el mar por primera vez y que la Mercedes creía que el agua del mar era el cielo que en el horizontte se plegaba y se podía tocar en la playa con la mano.

Dejamos la plaza de Ocata a eso de las dos. Yo tenía la sensación de haber leído bien y, por lo tanto, de haber aprovechado bien el tiempo. Se puede leer mucho y leer mal. A mí me pasa a veces. La mala lectura no depende del libro, sino del estado del alma. Es una lectura de surfeo, superficial, que discurre por las palabras de un libro sin detenerse en ninguna y sin encontrar ningún pensamiento que rumiar.

Regresamos a casa dando un rodeo. En la playa hay una clara sensación de verano.

1 comentario:

  1. Los buenos lectores deben de tener un estómago de más para tumbar tanto y tan bien...

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