"Yo duermo y mi corazón vela".
Me temo que el navarro Pedro Malón de Echaide -nacido en Cascante en 1530 y fallecido en Barcelona en 1589- hoy es más conocido por las bodegas que llevan su nombre que por esa maravilla que es La conversión de la Magdalena.
Resistiéndose a los que le dicen que escriba en latín, porque las cosas sublimes no hay que ponerlas al alcance del pueblo llano, Malón de Echaide hace en el prólogo una encendida belleza de la lengua española y de su capacidad para expresar con precisión las sutilezas teológicas y ambas cosas las pone diáfanamente de manifiesto en su propia escritura.
Es difícil entender por qué esta maravilla no tiene la difusión y publicidad que se merece... al menos entre mis compatriotas navarros. Me imagino que porque no teniendo lectores es imposible que tenga defensores.
Lean ustedes esta defensa del castellano escrita por un místico navarro:
"No se puede sufrir que digan que en nuestro castellano no se deben escribir cosas graves. ¡Pues cómo! ¿Tan vil y grosera es nuestra habla? (...) No hay lengua ni la ha habido, que al nuestro haya hecho ventaja en abundancia de términos, en dulzura de estilo, y en ser blando, suave, regalado y tierno y muy acomodado para decir lo que queremos, ni en frases ni en rodeos galanos, ni que esté más asembrado de luces y ornatos floridos y colores retóricos, si los que tratan quieren mostrar un poco de curiosidad en ello."
La primera vez que leí este libro dejé una página completamente subrayada y repleta de anotaciones por los márgenes. Ahora, en la segunda lectura, he subrayado las anotaciones. Es esta:
"Las cosas que valen más que nosotros, mejor es amarlas que entenderlas, porque, amándolas, cobramos ser más perfecto, pues el amor nos une con lo amado, y entendiéndolas, parece que ellas pierden su ser y valor, pues las ajustamos y entallamos conforme a nuestro entendimento; pero si son de menos valor que nosotros, mejor es entenderlas que amarlas, porque con amarlas, nos hacemos de más bajo ser, pues cobramos el que tienen y perdemos el nuestro; y entendiéndolas, las mejoramos por la razón ya dicha."
Amar las cosas nunca está de más, a fin de cuentas el valor es subjetivo y el sujeto suele cambiar (menos uno, quien esto lea, que debe de ser perfecto y por tanto acabado) pero entender no está en nuestra mano sino depende del entendimiento y este suele ser limitado, lo importante es no cejar de entender ni de amar lo amable
ResponderEliminarGracias por esta entrada de su café.
ResponderEliminarEsta mañana releía su magnífico prólogo del libro "¿Tendrán fe nuestros hijos?, y al entrar en su café me encuentro con este regalo...
Ah!, y mi madre, que es de los Monegros, tiene la misma definición que la suya sobre la educación.
José
Que madres más listas tuvimos o, como diría alguien de nuestro Siglo de Oro, ¡qué madres más discretas!
EliminarHay un libro sobre ese libro y su autor:
ResponderEliminarJorge Aladro Font
"Pedro Malón de Echaide y "La conversión de la Magdalena".(Vida y obra de un predicador)".
Ed. Gobierno de Navarra, 1998.
El libro está agotado pero se encuentra en Amazon ¡¡ "de 2ª mano: desde 165,07 €" !!
Yo lo tengo en versión pdf. Si lo quiere...
El "Libro de la conversion de la Magdalena" puede bajarse aquí:
https://books.google.es/books?id=5QS39cvvTLoC&hl=es&source=gbs_navlinks_s
Realmente exquisito.
ResponderEliminarY el final me trae a la memoria la advertencia, en registro coloquial, que, en ocasiones, se hace a los estudiantes de Teología cuando comienzan,"el conocer la maquinaria por dentro puede llevarles a dejar de creer", dicen.
Confío en que no sean muchos los casos.
Cinco minutos tardé en entender ese "cobramos ser más perfecto", los cinco casi me los pasé creyendo que habría una errata.
ResponderEliminarMe recuerda lo que decía usted de la familia: antes quererlos.
Una de las primeras cosas que uno tiene que asumir cuando se pone a hablar con los clásicos es que si se han vuelto difíciles, no ha sido por su culpa.
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