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viernes, 7 de agosto de 2020

Entre místicos

Estoy pasando el verano entre místicos: Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, Fray Luis... 

Lo primero que llama la atención de todos ellos es lo divinamente bien que escriben. Hay algo en la alegre fluidez de su escritura que rezuma sinceridad notarial. Aunque lo que el fluir de la fuente dice no está al alcance de mi paladar, sí que cautiva a mis oídos.

Sé que Ortega tenía razón cuando afirmaba que el filósofo ha de estar siempre a favor del teólogo (y no del místico), porque es el único que ofrece razones sobre Dios. Pero en lo no dicho de la vivencia del místico hay algo que, sin convencer, subyuga.

Todo sería mucho más fácil si hubiera un terreno neutral entre el teólogo y el místico en el cual colocarse con pretensiones de objetividad. Pero ese terreno no existe. El teólogo busca tierra firme sobre la que asentarse, mientras que el místico se lanza al vacío, dejándote boquiabierto con la presencia de su ausencia.


4 comentarios:

  1. Lo curioso del caso es que precisamente Ortega emplea una y otra vez como recurso filosófico la metáfora. Es decir, desvela (alétheia) la verdad mediante alusiones.

    De hecho en sus "Meditaciones del Quijote" ya anticipa: "Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella con un breve gesto, gesto que inicie en el aire una ideal trayectoria, deslizándonos por la cual lleguemos nosotros mismos hasta los pies de la nueva verdad." Y enseguida: " Quien quiera enseñarnos una verdad que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros".

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  2. ¿y es compatible la verdad mediante alusiones con la claridad cortesía del filósofo?

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  3. Es que la perplejidad es la cortesía del místico.

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