Los indicadores de empleo indican que, desde el año 2005, el crecimiento de los puestos trabajos relacionados con la alta tecnología (high-tech), que demandan titulaciones en STEM (science, technology, engineering, mathematics), ha sido de un 16%. Es un dato muy importante, ya que por cada nuevo puesto de trabajo high-tech se generan de forma directa o indirecta 5 puestos de trabajo de baja especialización (low-tech). Esto parece explicar, en parte, el crecimiento en paralelo de los trabajos poco cualificados (restauración, servicios personales, vendedores, peones, personal de limpieza, sector agrícola ...), que ha sido del 18,2% en el mismo período de tiempo (siempre en referencia a la Unión Europea).
El futuro se presenta mucho más complicado para el sector intermedio (técnicos medios, profesionales de apoyo, empleados contables, administrativos, operadores de maquinaria ...). La oferta de trabajos de este tipo se está ralentizando y en el conjunto de la UE ha sido de un raquítico 2,2%.
Si estas tendencias, como parece, se confirman, estaríamos ante un proceso de polarización ocupacional dramático con repercusiones directas y muy serias en la escuela. ¿Qué ocurrirá cuando nuestros alumnos comiencen a experimentarlo en sus familias?
La polarización está provocada por la computerización progresiva de las ocupaciones del sector intermedio. Las tareas rutinarias están emigrando de las manos humanas al software de las máquinas. En la actualidad se están ensayando, por ejemplo, coches sin conductor. Por esta razón todas aquellas actividades relacionadas con el trato personal en el sector servicios, que piden flexibilidad, cordialidad y adaptación... y salarios bajos, parecen reservadas para los humanos... pero de manera precaria. Y de momento.
Madrid se presenta actualmente como una de las regiones de Europa con más empleo high-tech. Casi el 34% de los ingenieros técnicos españoles residen en esta comunidad. En Cataluña hay la mitad de ingenieros que en Madrid. No me considero capacitado para extraer ninguna conclusión sobre esta diferencia. Lo que me interesa es llevar estos datos a la reflexión pedagógica.
La pregunta que me surge inmediatamente es si la vieja distinción entre ciencias y letras no ha caducado ya completamente. ¿No deberíamos reformular por completo los programas educativos y convertir las materias STEM en troncales en todas las etapas escolares? Cada vez nos encontramos ante más problemas que sólo se pueden pensar matemáticamente.
Posiblemente el reto más importante al que debe enfrentarse la escuela en los próximos años sea la definición de un humanismo tecnológico. La separación entre ciencias y humanidades ya no puede servir como coartada del analfabetismo matemático de ningún profesor.
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