He descubierto que el cielo de Ocata es altamente sensible a la música que oigo cuando salgo a pasear por la playa. Así que me he decidido a escuchar de nuevo el Concierto para la mano izquierda de Ravel, pero esta vez con la gran Alicia de Larrocha y, como era de esperar, el cielo, no ha tardado en seguir el compás. El mar no es otra cosa que el cielo boca abajo.
Ese mar cielo invertido me recuerda una anécdota de Pedro Salinas. Cuando conoció a Katherine Whitmore, con quien mantendría una relación amorosa y a quien dedicaría "La voz a ti debida", asomado con ella en una terraza, una noche estrellada, le preguntó: "¿Por qué no nos suicidamos juntos y saltamos hacia arriba?"
ResponderEliminarEn su caso la habría invitado a sumergirse en él. Son los privilegios de vivir en Ocata y no en Madrid.
Una amiga de mi madre (a quien, por cierto, sus hijos enterraron con todas sus joyas en un ataúd blindado) vio por primera vez el mar al jubilarse, en Fuenterrabía. "¡Después dicen que el cielo está lejos!", exclamó. Y añadió, muy sería, pero con los ojos iluminados: "Sin embargo aquí se puede tocar con la mano".
ResponderEliminarMagnífica la anécdota de Salinas. Era vuestro Antonio Pérez quien decía que el hombre es un árbol inverso, porque sus raíces se nutren de lo alto.