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domingo, 21 de febrero de 2016

Los hijos posmodernos de Foucault


Leo en el último libro de Rémi Brague: "En Foucault se encuentra la actitud del niño consentido que busca experimentar emociones fuertes jugando con ideas peligrosas". He pensado inmediatamente en los cien mil hijos posmodernos de Foucault, tan fieles en esto a su padre espiritual. Sin embargo, son más peligrosos que él porque desconocen la peligrosidad de las ideas con las que juegan. ¡A ellos qué les importa con qué coño juegan!

22:46
Sigo adelante con mi lectura de Brague. Habla ahora de Ortega, en concreto del "hombre-masa", recordando que no representa algo nuevo, una alternativa a una civilización supuestamente caduca, sino que sólo representa la mera negación, es decir, el parasitismo. "El hombre-masa está aún viviendo precisamente de lo que niega y otros construyeron o acumularon". Pienso en los/las que se empeñan en echar a Dios de la Universidad. "¿Qué pinta Dios en una universidad?", preguntan. La respuesta está en la misma palabra "cátedra". ¿Sin la teología cristiana, cuánto hubieran tardado en aparecer las universidades?

2 comentarios:

  1. Precisamente estos días he estado releyendo los artículos de Mariano José de Larra. En concreto el titulado "El casarse pronto y mal" me ha parecido de una actualidad pasmosa (creo que es de mi 1832).

    Tiene muchos elementos autobiográficos, y en él Larra narra la historia de un supuesto sobrino educado "modernamente":


    "Excusado es decir que adoptó mi hermana las ideas del siglo; pero como esta segunda educación tenía tan malos cimientos como la primera, y como quiera que esta débil humanidad nunca supo detenerse en el justo medio, pasó del Año Cristiano a Pigault Lebrun, y se dejó de misas y devociones, sin saber más ahora por qué las dejaba que antes por qué las tenía. Dijo que el muchacho se había de educar como convenía; que podría leer sin orden ni método cuanto libro le viniese a las manos, y qué sé yo qué más cosas decía de la ignorancia y del fanatismo, de las luces y de la ilustración, añadiendo que la religión era un convenio social en que sólo los tontos entraban de buena fe, y del cual el muchacho no necesitaba para mantenerse bueno; que «padre» y «madre» eran cosa de brutos, y que a «papá» y «mamá» se les debía tratar de tú, porque no hay amistad que iguale a la que une a los padres con los hijos (...)

    No es necesario decir que el muchacho (...) salió despreocupado, puesto que la despreocupación es la primera preocupación de este siglo.

    Leyó, hacinó, confundió; fue superficial, vano, presumido, orgulloso, terco, y no dejó de tomarse más rienda de la que se le había dado".

    Finalmente el sobrino se casa y lleva una vida miserable. Tras matar al amante de su esposa y ver cómo ésta se arroja por la ventana se suicida, no sin antes escribir una nota a su propia madre para que se haga cargo de sus propios hijos, con estas recomendaciones:

    "Madre mía: Dentro de media hora no existiré; cuidad de mis hijos, y si queréis hacerlos verdaderamente despreocupados, empezad por instruirlos... Que aprendan en el ejemplo de su padre a respetar lo que es peligroso despreciar sin tener antes más sabiduría. Si no les podéis dar otra cosa mejor, no les quitéis una religión consoladora. Que aprendan a domar sus pasiones y a respetar a aquellos a quienes lo deben todo. Perdonadme mis faltas: harto castigado estoy con mi deshonra y mi crimen; harto cara pago mi falsa preocupación. Perdonadme las lágrimas que os hago derramar. Adiós para siempre".

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    1. Gran texto y enorme Larra. Vivimos en un presente continuo, que es lo que el historicismo se empeña en ocultar... porque de no ser así, no sería tan moderno.

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