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lunes, 5 de noviembre de 2012

Spinoza

"Por realidad y por perfección entiendo lo mismo" dice Spinoza en su Ética. Aqui me parece que está la clave de todo. Mejor dicho: cada vez estoy más seguro de que aquí está la clave de todo. Pero continuamente me veo accediendo a la realidad a través de las imágenes imperfectas con que se nos ofrece a sí misma. Forma parte entonces -sospecho- de la realidad el mostrarse imperfecta, es decir, el mostrarse como lo que no es. Y este mostrarse de esta forma es la caverna. Y en el rechazo de esa imperfección, pero no para descubrir la realidad genuina, sino para superar la falsa imagen en la dirección de nuestros deseos, arraiga lo que llamamos política o cultura. 

13 comentarios:

  1. Hermosa reflexión, señor Luri, y tan real...sin duda, lo genuino de la realidad es en verdad secundario y lo que importa es la superación de los velos de maya. La política y la cultura están en ese empeño.
    Salud

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    1. Desvelar lo imposible es la meta de todo filósofo. Por eso en el momento en que cree que lo desvelado es más importante que lo por desvelar, se convierte en sofista.

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  2. Casualidades, o no, ayer mismo se me cruzó por delante de mis ojos la ética de Spinoza, como un gorrión, o un jilguero mejor, porque canta, qué bien canta la dichosa.
    Comparto su criterio creo que al 100%, y le habla la fotógrafa y la poeta.
    Saludos

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    1. Es que los fotógrafos y los poetas saben muy bien cuánto se escapa en lo visto/dicho.

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  3. Vd. me salva a Platón volviendo kantiano a Spinoza... Si no lo malentiendo del todo. ¿Eros es lo mismo que conatus? Quizás, quizás...

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  4. Eros, conatus, cunnatus, voluntad, voluntad de poder... todos estos conceptos hacen referencia a la necesidad de postular un principio anhipotético, es decir, de reivindicar de una u otra manera a Dios. El proyecto -a mi parecer- es el mismo, pero en cada caso el mostrar oculta algo diferente. En esa ocultación inherente a todo mostrar está aquello que todos los grandes filósofos tienen en común: intentan hablar el lenguaje de la naturaleza.
    Sobre Platón: Yo creo que nacemos platónicos. El platonismo está inscrito en los genes del hombre. La filosofía platónica es precisamente el proyecto de superar la genética. Es -ami modo de ver- un monismo en absoluto alejado al de Spinoza... pero Platón tiene más conciencia que Spinoza de la fragilidad de la política.

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  5. La idea de que, al fin y al cabo, la política no ppuede pretender el salir de la caverna hacia una realidad genuina es verdaderamente interesante, D. Gregorio. Quiere decir que la distinción entre realidad y apariencia, a través de la cual el "filósofo" -o como hoy diríamos: el intelectual- pretende ser catapultado fuera de las apariencias para guiar a los ignorantes hacia lo verdadero, pertenece al mundo mismo de las apariencias. No podemos extraernos a este mundo de apariencias o, por decirlo con Hegel, la apariencia no nombra lo falso, sino el aparecer del ser.
    Sin embargo, yo no lo veo tan claro en Platón: ¿no hay en él un "afuera" de la caverna que legitima al filósofo a convertirse en el político genuino, a conducir y guiar los asuntos humanos de acuerdo con la contemplación de la medida inteligible que no pertenece al mundo sensible? ¿No es así en Platón, como decía Heidegger, que el conocimeitno de lo inteligible y el bien se convierte en criterio de corrección y medida de las cosas imperfectas y mudables? ¿No lleva esto a la desaparición de la política -de la fragilidad de lo político- en nombre de la filosofía?

    Un abrazo

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    1. Entiendo perfectamente tus reticencias, querido Borja. Y no tenemos un acceso directo a Platón para quwe nos aclare las dudas, pero a mi modo de ver:
      1. La misma elección del diálogo como forma de expresión filosófica ya implica asumir el hecho de que en todo mostrar de algo en la lengua hay una ocultación, porque mostrar significa delimitar y los mismos criterios de delimitación están, a su vez, delimitados.
      2. Dos cosas aparecen con claridad en el diálogo: (1) que las verdades que circulan por la ciudad no resisten un análisis filosófico cierto y que (2) el filósofo no tiene una verdad alternativa que oponerles. Así pues, si existe el filósofo rey, este no toma la palabra en ningún diálogo de Platón.
      3. Los filósofos musulmanes sostenían que el filósofo rey sólo podía verse encarnad en la figura del profeta, es decir, en el creador de un régimen. Es decir: en el creador de un nuevo régimen cavernario.
      4. La fe en la existencia de algo que trasciende a la caverna es lo que permite mantener a una comunidad cohesionada en dirección a sus dioses, entendiendo por dios aquel principio anhipotético cuya afirmación nos permite habitar cavernariamente un mundo.
      5. Recuerda que en la República se construye una ciudad en el logos y que su posibilidad viene determinada por tres hechos: (1) la retención del filósofo (Sócrates) y la retirada del creyente (Céfalo); (2) la credibilidad de una noble mentira y (3) la afirmación de algún tipo de providencia divina.
      6. Platón diferencia claramente (en su uso explícito de los mismos) entre los dioses de la ciudad, "el dios" y "los dioses cósmicos". Para entender su filosofía hay que entender a sus dioses.
      7. La vida en común requiere como su fundamento la mas noble de las mentiras: que es posible superar la existencia cavernaria.

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    2. ¡Pero que difícil es llevarle la contraria! Tomo nota y lo seguiré rumiando.

      Un abrazo

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    3. ¡Pero qué difícil es llevarle la contraria! Tomo nota y seguiré rumiando.... Un abrazo

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    4. Todos somos rumiantes, querido Borja. Y el pienso más nutritivo es el que nos lleva la contraria, así que no se le ocurra a usted dejarme famélico.

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  6. ¡Pobre realidad! Está tan tranquila, dejándose percibir y hasta recrear, y de pronto se carga sobre ella la indecorosa acción de manifestarse, y además, como ella no es. Somos nosotros los realitarios, de muy diversa calaña, por cierto; ella, la pobre, bastante tiene con soportar nuestras neurosis, nuestras cegueras y nuestros insultos. Sirvan estas humildes línea de desagravio a quien merece toda nuestra admiración y, sobre todo, nuestro pasmo, bostezo del que nació, dicen, el saber.

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    1. Don Juan, es que los filósofos estamos consagrados a la fisiodicea. O sea, condenados al laberinto.

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