De La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han, me ha interesado especialmente el capítulo que titula "Pedagogía del mirar" que es, básicamente, una reivindicación de Nietzsche, de la que me siento muy cercano.
En El ocaso de los dioses, Nietzsche plantea tres tareas fundamentales a los educadores:
1. Enseñar a mirar.
2. Enseñar a pensar.
3. Enseñar a hablar y escribir.
No es poca cosa. Yo suelo decir (con un éxito nulo) que la principal obligación de la escuela es educar la atención.
El dominio de la mirada coincide con el de la atención en el sentido en que si uno no es dueño de su capacidades visual y atencional, no aprenderá a pensar y, en consecuencia, aunque sepa hablar y escribir, poco de original nos contará. Este dominio es la "enseñanza preliminar de la espiritualidad". Quien no sabe dirigir su atención está condenado a ser una copia de alguien ajeno.
Aprender a mirar significa, para Nietzsche, "acostumbrar al ojo a observar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo". Se trata, ciertamente, de un aprendizaje complejo que ha de llevarse a cabo en un medio completamente inhóspito, en una selva de estímulos que nos animan azarosamente a dejarnos llevar no tanto por la actividad más sugestiva como por su anuncio. En esta situación se debe aprender, contracorriente, a "no responder inmediatamente a un impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas". La palabra que hay que subrayar aquí es "inmediatamente". Se trata de no dejarse arrastrar por las cosas, sino de detenerse ante ellas para entender su flujo.
El hombre de mala educación, que es el hombre plebeyo, es aquel incapaz "de oponer resistencia a un impulso", el que es esclavo de sí porque no sabe decir "no". Es, añade Nietzsche, un hombre en declive que vive atosigado y sin orientación entre los estímulos que le ofrece el medio. Me pregunto qué diría si viese la cantidad de estímulos comerciales que nos bombardean continuamente. Probablemente variaría el tono, pero el fondo de su discurso continuaría siendo el mismo y se mantendría en sus trece respecto a la superioridad del hombre contemplativo (también lo podemos llamar "teórico"), precisamente porque sabe decir no de manera soberana y, en este sentido, es el auténtico hombre activo, puesto que sabe controlar su propia actividad.
Nietzsche vio con claridad algo que la gran mayoría de defensores del activismo pedagógico postmoderno ignora: que el estímulo permanente de la actividad acaba transformando a esta última en una pasividad. La hiperactividad es la otra cara de la hiperpasividad, porque dispersa la acción y es incapaz de llevar a cabo un proyecto personal.
"A los activos les falta habitualmente una actividad superior (...) a este respecto son holgazanes. (...) Los activos ruedan, como rueda una piedra, conforme a la estupidez de la mecánica ("El principal defecto de los hombres activos", en Humano, demasiado humano).
La estupidez podría ser definida entonces como la incapacidad de detenerse.
Yo suelo hablar del derecho del niño a la frustración, entendiéndolo como el derecho que tiene el pastelero a no comerse los ingredientes mientras elabora un pastel.
Yo suelo hablar del derecho del niño a la frustración, entendiéndolo como el derecho que tiene el pastelero a no comerse los ingredientes mientras elabora un pastel.
Tant de bo se l'escoltin, però ho dubto.
ResponderEliminarA esa dualidad que parece describir, yo le asociaría la etología humana freudiana. Ante un exceso de estimulación externa (input de líbido) y un desequilibrio interior llamado neurosis. Siempre he considerado a la neurosis como una reacción del inconsciente que puede tomar dos caminos distintos o dos lógicas : el del histerismo hiperpasivo o paralizante (el histerismo es una neurosis más) o el de la obsesión hiperactiva o compulsiva.
ResponderEliminarH. Ambossat
"La estupidez podría ser definidanentonces como la incapacidad de detenerse." O sea: que cuando un necio coge una linde, la linde se acaba, pero el necio obedece al principio de inercia.
ResponderEliminarEs curioso, siempre que me hablan de Nietzche me sugieren alguna imagen de un evangelio. Para Nietzche también es mejor la opción de María sobre la de Marta.
ResponderEliminarMagnífica definición. Gran ruina será si conceptos de tan meridiana claridad y bonanza, no acaban siendo oídos y aplicados de una vez.
ResponderEliminarSalud
Manuel Marcos
En un tiempo en el que recordar a los alumnos que no se debe bostezar ostentosamente en el aula puede ser calificado de imposición y autoritarismo, esa capacidad para el autocontrol va a resultar privilegio para superdotados.
ResponderEliminarMe viene a la memoria el ejercicio al que sometía Leonardo a quienes querían aprender de él: sentarse delante de una pared desconchada y no levantarse hasta que hubieran captado una figura que llevar a su cuaderno de dibujo.
ResponderEliminarPor otro lado, hicieron un estudio psicológico en una de cuyas pruebas dejaban a unos niños en una habitación cerrada donde no había sino una mesa, una silla y un cuenco con golosinas. El estudio seguía a lo largo de 15 o 20 años, no lo recuerdo con precisión, la vida de esas personas. La conclusión es evidente: quienes no los cogieron o tardaron más en hacerlo, tuvieron resultados académicos y profesionales mucho mejores que los impulsivos que, nada más entrar, se abalanzaron hacia las golosinas.
Ayer por la noche, curiosamente, dialogábamos mi mujer y yo sobre las virtudes de tener un buen método de comentario de texto para que nuestros alumnos pudieran hacer un comentario satisfactorio. Sin negar la evidencia de que un buen método siempre ayuda, mi principal objeción era que, aun habiendo asimilado a la perfección el método, el problema de nuestros alumnos es que están "ciegos" ante el texto, que son incapaces, no ya de comentarlo, sino de entenderlo, que el lenguaje literario se vuelve para ellos tan hermético como el emblema de la imposible: el chino.
Esa ceguera es responsabilidad de quienes siguen creyendo que, en palabras de Luis Landero, han de crear gramáticos en vez de enseñar a hablar, leer y escribir, ¡un programa revolucionario en nuestro sistema educativo!
Me viene a la memoria el ejercicio al que sometía Leonardo a quienes querían aprender de él: sentarse delante de una pared desconchada y no levantarse hasta que hubieran captado una figura que llevar a su cuaderno de dibujo.
ResponderEliminarPor otro lado, hicieron un estudio psicológico en una de cuyas pruebas dejaban a unos niños en una habitación cerrada donde no había sino una mesa, una silla y un cuenco con golosinas. El estudio seguía a lo largo de 15 o 20 años, no lo recuerdo con precisión, la vida de esas personas. La conclusión es evidente: quienes no los cogieron o tardaron más en hacerlo, tuvieron resultados académicos y profesionales mucho mejores que los impulsivos que, nada más entrar, se abalanzaron hacia las golosinas.
Ayer por la noche, curiosamente, dialogábamos mi mujer y yo sobre las virtudes de tener un buen método de comentario de texto para que nuestros alumnos pudieran hacer un comentario satisfactorio. Sin negar la evidencia de que un buen método siempre ayuda, mi principal objeción era que, aun habiendo asimilado a la perfección el método, el problema de nuestros alumnos es que están "ciegos" ante el texto, que son incapaces, no ya de comentarlo, sino de entenderlo, que el lenguaje literario se vuelve para ellos tan hermético como el emblema de la imposible: el chino.
Esa ceguera es responsabilidad de quienes siguen creyendo que, en palabras de Luis Landero, han de crear gramáticos en vez de enseñar a hablar, leer y escribir, ¡un programa revolucionario en nuestro sistema educativo!
Más o menos relacionado, pero es que cada día me cae mejor este hombre.
ResponderEliminarEl enlace lleva a una conferencia de Remi Brague (para empezar, en Montreal y en inglés), que es la continuación de otra dada el día anterior (lo digo por si a alguien le da por escucharlas).
Pues bien, aunque no apetezca escuchar el total de tres horas, recomiendo ir a los últimos treinta segundos de esta segunda. Pocas veces habrán oído que las dos últimas palabras en la intervención de un filósofo en semejante ámbito y contenido sean: Fuck autonomy !
Pa que aprendas, Zizek.
Ejem, claro, claro, el enlace.
ResponderEliminarhttp://youtu.be/6xQ1NPdUeEs
EliminarBien sabe usted, don Claudio, que Rémi Btague es uno de los santos más venerados de este café. La prueba es que en su hornacina siempre hay una gardenia. Grande, efectivamente. Los que lo conocemos somos afortunados. Gracias.
Como decía, la conferencia es en Montreal y en inglés. A notar que el inglés de Remi es muy bueno, sin rastro aparente del irrenunciado acento francés tan habitual entre sus compatriotas. Incluso se permite aparentar un acento posh inglés para leer el Decálogo, que, según él, es perfectamente comprensible como una serie de consejos pare ser un perfecto gentleman.
EliminarLlegado el momento del turno de preguntas de la primera conferencia, esa parte de la ceremonia a menudo tan pinturesca, una oyente se dirige a él en francés. En su respuesta, Brague le indica que, puesto que se encuentran en una institución anglófona, le responderá en inglés, al igual que ha hecho durante la conferencia, a pesar de que ella se le ha dirigido 'in some sort of french'. Époustouflant, Remi !
Y a propósito de la mirada:
ResponderEliminar“Let us exercise the eye until it learns to see startling facts that run across the landscape as plain as a painted fence. Let us be ocular athletes. Let us learn to write essays on a stray cat or a coloured cloud. I have attempted some such thing in what follows; but anyone else may do it better, if anyone else will only try.”
Chesterton, Tremendous Trifles (1909)
Ocular athletes, qué bueno.