En efecto, confirmo: son los espejos en los gimnasios los que generan estas tendencias homoeróticas (también los libros de filosofía, me confiesa un amigo tímido que leyó demasiado Adorno). Basta quitarlos para que el mundo regrese a su curso necesario.
¿Acaso no ha sido siempre pasional, el boxeo? Se quieren hasta matarse. Y no son extraños los mordiscos (Tyson a lo lejos), los bailes agarradísimos y sueltos (Clay, siempre presente) y esa delectación en los efluvios de quienes se reconocen como perros y a los que se azuza como tales para que, a la visión de la sangre, entren los espectadores en éxtasis o en histeria, si la sangre o el protetor aterrizan en el Armani o el Dior de la primera fila... Algunos salen del armario, pericompuestos. Estos salen del rincón, con apabullante naturaleza. ¡Brindo por ello! Ya era hora de que se sepa que la ternura es, sobre todo, cosa de hombres hechos y derechos.
Totalmente, don Poz. El box siempre ha destilado homoerotismo. Y el fútbol... más aun: los relatores de los partidos exudan deseo por los carnosos muchachos que, a fuerza de despliegues de destreza y roces atrevidos en el campo de juego, exorcizan su deseo en cada hazaña cantada y cada grito de gol.
Si es que deberían quitar tanto espejo de los gimnasios...
ResponderEliminarEn efecto, confirmo: son los espejos en los gimnasios los que generan estas tendencias homoeróticas (también los libros de filosofía, me confiesa un amigo tímido que leyó demasiado Adorno). Basta quitarlos para que el mundo regrese a su curso necesario.
ResponderEliminarLo de adorno, una excelente maldad.
Eliminarja ja ja, ¡es buenísimo!
ResponderEliminarA mi es que tanto abrazo entre los futbolistas ya me huele a chamusquina, también... Tots a les calderes d'en Pere Botero.
ResponderEliminar¿Acaso no ha sido siempre pasional, el boxeo? Se quieren hasta matarse. Y no son extraños los mordiscos (Tyson a lo lejos), los bailes agarradísimos y sueltos (Clay, siempre presente) y esa delectación en los efluvios de quienes se reconocen como perros y a los que se azuza como tales para que, a la visión de la sangre, entren los espectadores en éxtasis o en histeria, si la sangre o el protetor aterrizan en el Armani o el Dior de la primera fila... Algunos salen del armario, pericompuestos. Estos salen del rincón, con apabullante naturaleza. ¡Brindo por ello! Ya era hora de que se sepa que la ternura es, sobre todo, cosa de hombres hechos y derechos.
ResponderEliminarTotalmente, don Poz. El box siempre ha destilado homoerotismo. Y el fútbol... más aun: los relatores de los partidos exudan deseo por los carnosos muchachos que, a fuerza de despliegues de destreza y roces atrevidos en el campo de juego, exorcizan su deseo en cada hazaña cantada y cada grito de gol.
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