Shopenhauer es un filósofo raro. Y con frecuencia genial. Ya hemos hablado de sus puercospines y, de pasada, de su perro, sobre el que ahora vuelvo. A mi me parece que arrastraba demasiada amargura para ser un cínico y demasiado cinismo para no aparentar serlo. Le gustaba estar más cerca del cinismo crudo de la naturaleza que de la ironía de la cultura y no tuvo reparos en llegar hasta la obscenidad para equiparar, sin tapujos, "la solicitud de un insecto por hallar un excremento" con "la preferencia exclusiva de un hombre por cierta mujer". Pero es también un cínico a lo Diógenes cuando permite que su perrillo faldero, Atman, se inmiscuya, fisgón, entre sus reflexiones: "Mirad vuestro perro -escribe- ¡Qué tranquilo y contento está!". Y no podemos por menos de imaginar a Atman correteando entre sus piernas y moviendo con avidez el rabo.
"El perro -escribe en El amor, las mujeres y la muerte-, el único amigo del hombre, tiene un privilegio sobre todos los demás animales, un rasgo que lo caracteriza, y es ese movimiento de cola tan benévolo, tan expresivo, tan profundamente honrado." Nunca dice nada ni remotamente semejante de los hombres. Mientras afirma abiertamente que la conmiseración con los animales es signo de humanidad, es enormemente cicatero a la hora de mostrar conmiseración con los seres humanos. Cuando compara a los hombres con los animales es para que salgan malparados: "Las otras partes del mundo tienen monos. Europa tiene franceses. Esto nos compensa".
Lo que más aprecia de la compañía de su perro "es la transparencia de su ser. Mi perro es transparente como el cristal". Y para que no queden dudas, remata: "Si no hubiera perros, no querría vivir". Fue Schopenhauer un gran defensor de los derechos de los brutos, mientras que no tuvo muchos reparos en usar de la brutalidad en su trato con los humanos.
Mientras la simple vista de un perro le ensanchaba el corazón, la de los hombres excitaba "casi siempre", especifica, "una aversión muy señalada, porque con cortas excepciones me ofrecen el espectáculo de las deformidades más horrorosas y variadas". Por eso sostiene -y aquí se encuentra la raíz de su cinismo malcarado y misántropo- que le gusta apartarse de los hombres y refugiarse "en la naturaleza, feliz de encontrar allí los brutos". El perro es siempre inocente, precisamente porque carece de razón, mientras que es la razón la que convierte en abyectos a los hombres. "¡Pedazo de humano!", dicen que le gritaba a Atman cuando se enfadaba con él.
Creo que Nietzsche dio en el clavo cuando se preguntó si un perro querría vivir una vida como la de Schopenhauer.
Para concluir me voy a permitir una maldad. Sospecho que lo que muchos encuentran digno de aprecio en sus perros es que nunca los toman por otro. Escribo esto pensando en Justine (¡vaya nombre, precisamente Justine!), la perra de Lacan, a la que, según confesiones del psicoanalista en su seminario, le gustaba subirse a la cama "orgullosa de ocupar un sitio cuya significación privilegiada reconoce perfectamente".
La misantropía, en cierto modo, puede ser vista como una filantropía extrema; como si, al no poder cambiar a los hombres, se les decidiese odiar. En ese sentido, creo que el misántropo es un optimista con experiencia. Ahora que releo lo que he escrito, pienso que sólo he dicho clichés jaja.
ResponderEliminarFantástico post. Es que a mí, cuando me hablan de perros... :D
Bueno... yo no sería tan generoso como usted con los misántropos. Por alguna oculta razón me caen mejor los filántropos... aunque tengan experiencia.
ResponderEliminarYo soy más de gatos, pero nadie es perfecto.
¿La perra pastor alemán de Hitler entraría en la disciplina zoosófica?
ResponderEliminarHe caído en la cuenta de que la mayoría de afirmaciones de su post se le podrían endosar facilmente a Hitler, que no sólo fue lector de Schopenhauer y amante de su perra, sino que también le encantaba hacer de Justine.
fácilmente
ResponderEliminarFantástico artículo. La verdad es que, como señala alguien en un comentario, existen constantes en el pensamiento alemán que dan cuenta de un grado de parewntesco cierto entre mucha filosofía alemana y el nazismo. No se me ocurre decir que éste sea producto de aquél, pero sí que es necesario pensar que tampoco es un hecho aislado e inexplicable, sino que el nacionalsocialismo se inscribe en una tradición de exaltación de lo natural frente al supuestamente artificial y superfluo "reino de la cultura. En este sentido se oponen "Civilización" -la degeneración artificiosa de lo humano- a "kultur" -el regreso a la bella simplicidad que, en lenguaje nazi, desemboca en la brutalidad y la pureza racial-. En este sentido, es cierto que cabe ver una concordancia lejana a la casualidad entre el canto del filósofo a las excelencias de los brutos y las repetidas declaraciones de Hitler o Goebbels - eso sí, bastante más zafias- sobre el imperativo de tratar a los judíos o los eslavos no ya como "infrahobres", sino como "infraanimales".
ResponderEliminarMi pregunta era: ¿qué hay en la filosofía (alemana) que permite la continuidad -aunque sea una continuidad accidentada y plagada de equívocos- entre lo sublime de la "Crrítica del Juicio" y el exterminio burocrático de los judíos?
ResponderEliminarDon Borja,
ResponderEliminaral último que le había leído yo una tal equiparación entre el pensamiento alemán -o buena parte del mismo-, sus constantes y la inevitabilidad del nazismo es a Ignacio Gómez de Liaño en Recuperar la democracia. Antes, en las antípodas del mismo, lo había oído de boca de muchos marxistas-leninistas-catalanistas. Pues mire, empiezo a sentirme germanófilo. Cada vez más. Y catófilo, para más señas.
Un día de estos tendré que argumentarlo. Hoy ando con prisas.
Lo de Europa tiene franceses, impagable.
Dos apuntes más sobre el carácter de Schopenhauer:
ResponderEliminarSu propia madre lo describe así: "Todas las buenas cualidades quedan empañadas y no sirven para nada en el mundo a causa de tu arrogancia; por la sencilla razón de que no puedes dominar la manía de querer saberlo todo mejor que nadie, de encontrar faltas en todas partes menos en ti mismo, de querer mejorarlo y controlarlo todo. Con ello exasperas a las personas que te rodean, pues nadie quiere dejarse ilustrar y mejorar de manera tan brutal, y menos aún por un individuo tan insignificante como eres todavía tú; nadie puede soportar el ser censurado por ti, que tantas flaquezas tienes, y menos aún de esa manera despectiva que utiliza un tono oracular para definir las cosas, sin plantearse siquiera una sola objeción. Si fueras menos de lo que eres, serías sencillamente irrisorio; pero de este modo, eres irritante en extremo".
Sus relaciones amorosas fueron tan singulares que bastan para ejemplario de un tratado de psiquiatría erótica. Un día mientras esperaba la visita de una amante que quería mantener en secreto, descubrió que una vecina se había parado a hablar en el rellano de su piso. Tras una discusión agria, Schopenhauer acabó arrojándola por las escaleras abajo, causándole una parálisis permanente en el lado derecho de su cuerpo. Es cierto que según el filósofo, se limitó a acompañarla caballerosamente hasta la calle, pero los jueces consideraron más creíble la versión de la mujer y lo condenaron a pagarle una pensión vitalicia. Cuando la mujer murió, Schopenhauer escribió “Obit anus, abit onus”, es decir, “La vieja muere, la carga termina”.
La relación entre el pensamiento alemán y el nazismo me parece que debe tomarse con todas las precauciones del mundo, porque, por ejemplo, también podría establecerse entre alta cultura y barbarie. En cierta manera lo paradójico es que el país que produjo, en todos los campos del saber y de las artes muchas de las figuras más relevantes de la cultura europea diera de sí la aniquilación industrial de los judíos. ¿Pero puede establecerse una relación causa-efecto? En esta deriva la desgraciada experiencia de la República de Weimar creo que juega un papel central por su incapacidad para utilizar la fuerza en apoyo de la justicia. Si esto fue así, entonces nos enfrentamos sobre todo ante los límites del liberalismo para hacer frente a la barbarie.
ResponderEliminar¡Exacto!
ResponderEliminarBueno, él se defendía -y aquí me hizo reir, y mira que me cae mal-: "Soy un filósofo, no un santo." Él confiesa que de muy jovencito (13-14) cayó en la cuenta de que el mundo era un lugar intolerable.
ResponderEliminarLa mamá Schopenhauer, gran señora de... salón(?), amiga de Goethe, etc. me da que también tenía su qué.
¿Qué tendrá la alta cultura que, en familia, deviene fácilmente en familia Monster?
Acerca de perros, decía Rilke no recuerdo dónde (Malte Laurids Brigge?) que éstos habían decidido vivir en el lado humano de la línea que separa a los animales del hombre. De ahí ese aspecto algo cómico, de quién está fuera de su lugar. Pero al fín y al cabo, lo han hecho por nosotros...
ResponderEliminarD. Gregorio, estoy totalmente de acuerdo en que la vinculación entre el pensamiento alemán y el nazismo ha de tomarse con mucho cuidado, y nunca de acuerdo con un simple nexo causa-efecto, como D. Adu1 parece entender en mi comentario. Si no lo he expresado bien, pido disculpas. Lo intentaré decir de otra manera: no quiero decir que el pensamiento alemán sea causa del nazismo -lo que sería un disparate- sino sólo apuntar la posibilidad de mostrar el "nicho ecológico" que ambos fenómenos habitan, y del cual quizás toman un horizonte similar y, con él, cierta precomprensión básica del mundo y sus cosas. Creo que es una labor interesante -y no desemboca en acusar a Nietzsche o a Hegel de un nazismo imaginario- el tratar de encontrar los cabos que anudan el complejo problema del holocausto al devenir de la historia alemana y, también de Europa. Sería absurdo separar el "hecho monstruoso" del decurso de la historia, como si hubiera sido causado por la acción extraterrestre más que por los mismos hombres que se habían formado en la lectura de Goethe, de Hegel y Herder, en la música de Bach y Schubert, en el refinamiento y la complejidad de la "alta cultura". Recuerdo a estos efectos "la lista de schindler" y la ternura que inspira a un soldado de la Wermacht, a la caza de judíos fugitivos, una "Suite inglesa" de Bach.
ResponderEliminarQuizás una de las claves se encuentre en el poderoso movimiento conservador de entreguerras; en estos pensadores -Jünger, Spengler..-, que no son propiamente nazis, se da una cierta afinidad con ideas-fuerza del nazismo, a la vez que una vinculación cierta con la tradición filosófica y literaria alemana.La verdad es que, más que nada, me formulo una pregunta, ya que no me veo capaz de responder yo mismo.
Nunca confio en los humanos que no aman a los perros .....ellos saben el significado de toda nuestra maldad y aun asi nunca nos adoran .....
ResponderEliminarLola: Parece que los los genios son como ciertos árboles, que absorben todos los nutrientes de la tierra y no permiten que ninguna otra planta enraíce a su alrededor.
ResponderEliminarLa madre de Scopenhauer... ¡Hay que echarle de comer aparte!
Claudio: Sigo pensando que los perros tienen un no sé qué plebeyo... al menos comparados con la aristocracia gatuna.
ResponderEliminarBorja: Jünger, Spengler.. sí, efectivamente, por aquí me parece a mí que se encuentra la clave. De repente un grupo de intelectuales se enfrentó al nihilismo e identificó como nihilistas tanto al liberalismo británico como al comunismo soviético y para afirmar lo que consideraban relevante aceptaron la decisión que se realiza en el vacío como el supremo gesto antinihilista... Insisto en la relevancia política del fracaso de Weimar.
ResponderEliminarPeggy: ¿Pero se puede confiar en un humano que SÓLO ama a los perros?
ResponderEliminarNo vengo a hablar de Schopenhauer, que no tengo el gusto pero sí sé que hoy en día, ya de pequeño, lo habrían llevado al psicólogo y medicado por rarito.
ResponderEliminarVengo para felicitarle su recién estrenada primera posición en el TOP10. Ahora sólo falta que lo traduzcan a varios idiomas (especialmente el inglés) y sentarse a esperar que vengan los de Jolibud a hacerle una suculenta oferta por los derechos cinematográficos.
No sé si es vero o ben trobato pero a veces pienso si cuanto más trata alguien a un perro como a una persona, más trata a la persona como un perro.
ResponderEliminarEs curioso tambien como se da hoy a las personas nombres que suenan a chucho y a los perros nombres de persona, de santos!
emaspons.blogspot.com
Arrebatos: Gracias. Estoy en tratos con la embajada de China, a ver si lo ponen de lectura obligatoria en ese país. Pero la verdad es que no me quiero crear falsas expectativas, que los chinos son muy suyos.
ResponderEliminarMaspons: Hay algo curioso (no me atrevo a calificarlo de otra manera) en la búsqueda del reconocimiento propio en la mirada de un perro. Pero es indudable que refleja algo muy humano.
ResponderEliminarEl amor hacia los animales, sean perros o manaties, se justifica basicamente en la inocencia de estos y en el dominio casi absoluto del amante sobre el ser amado, algo no muy sano, of course, pero así funciona el amor en el ser humano, y más aún, en los intelectuales. En los menos pensantes prevalece la piel o la admiración, me parece a mi.
ResponderEliminarUn abraxo
No tengo una cuenta con vosotros pero os tengo que reprochar la falta de conocimiento que teneís.
ResponderEliminarMirad en el espejo a quién veís ..a Franco? a Vuestros padres? o, a vosotros mismos? Nazismo!!! En EspaÑa hay mas nazi y hubo TODAVÍA MAS que en aLEMANIA: eN aMERICA NO HABÍA JUDIOS: sOLAMENTE INDIOS; CIERTOß A los indios se puede masacrar pero no a los judios.
Gregorio Luri si gustas escríbeme a mi : barcalle66@web.de
Que os creeis vosotros?
Se puede decir que Schopenhauer como muchos filósofos tenía ideas muy extraña, se dice segun antiguos historiadores que hasta consevaba pieles de cocodrilos sin ningún uso en especial, de allí que se le catalogue tan extraño y raro.
ResponderEliminarblah blah blah, pésimo post, no hay nada valioso en él
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