Larga entrevista con un periodista de El periódico. Quiere conocer mi opinión sobre los datos que sugieren que los adolescentes cada vez se muestran más desinteresados por el deporte.
Efectivamente, el desinterés es real y creciente. Los sucesivos estudios del Consejo Superior de Deporte sobre los hábitos deportivos de la población escolar así lo vienen señalando al menos desde el 2011. El sedentarismo crece, especialmente entre las chicas. Parece que el momento en el que el flujo del abandono se convierte en cascada es el de los 12-13 años. Curiosamente, a esa edad los chicos -sobre todo ellos- abandonan la lectura de libros.
¿Por qué? ¿A qué se debe este abandono? Los argumentos que aducen los adolescentes para justificarse son inquietantes porque recuerdan mucho a sus quejas en la escuela: la práctica deportiva es aburrida, no les gusta sentirse humillados cuando pierden, el entrenador no los motiva... Curiosamente, la práctica de deporte parece fomentar tanto la capacidad atencional como el trabajo en grupo.
Desde que en los años 50 el sociólogo norteamericano James Coleman descubrió la emergencia de una específica cultura adolescente, con sus propios rituales, lenguajes, modas, aspiraciones, etc., ésta ha ido, al mismo tiempo, creciendo (cada vez se expanden más sus márgenes cronológicos), diversificándose (se habla de la atomización del ocio adolescente) y buscando su identidad a espaldas de los adultos. Hoy en torno al 40 % de los adolescentes cree que tiene mejores cosas que hacer que practicar deporte o ver deporte en la televisión.
Ha aparecido en El Mundo una entrevista que me hizo el sábado pasado Olga San Martín. Lleva una foto de Javier Barbancho, hecha en la Cuesta de Moyano (creo que, de aquí en adelante, sólo me voy a dejar fotografiar con gafas de sol):
En el suplemento cultural del ABC Luis Alberto de Cuenca reseña el magnífico libro de J.M. Sánchez Galera, La edad de las nueces. Afirma, entre otras cosas, que "está enriquecido con un estupendo prólogo, como todo lo que escribe, de Gregorio Luri". A nadie le amarga un dulce, especialmente si viene de un poeta como Luis Alberto.
Aparece también la segunda entrega de mi Locutori en El Tribú.
Releo despacio algunas páginas de Ideas para una filosofía de la historia de España, de Manuel García Morente (1943) y me quedo, especialmente, con su sutil y clarificadora diferencia entre sujeto y persona.
Comida en familia para celebrar el cumpleaños de mi segundo nieto, Gabriel. Siete años, nada menos nos hace hoy. ¡Santo Dios, los nietos crecen muchísimo más rápido que los hijos!
Todo es política. Nadie está más convencido de eso que yo. Pero la vida no cabe en los esquemas de los debates políticos habituales. Hay que reducirla mucho para hacerla encajar allí. La política es inevitable, pero la vida personal tiene más dimensiones políticas que lo que se suele entender por política. Y hay que preservarlas.