Quizás se hayan dado cuenta ustedes de que ando liado últimamente con Juan Valera. Me interesa mucho don Juan porque es un liberal que admira más a Cánovas que a Sagasta y que considera que hay más inteligencia en las filas de los conservadores que en las de los liberales y, por eso mismo, me sirve de contraste de ese conservador que no podía desprenderse de sus querencias liberales que fue don Marcelino Menéndez Pelayo. Encuentro en ambos dos maneras singulares de ser conservadores que me parece muy interesante contrastar. Otro día les explicaré por qué.
Acabo de comenzar estos Estudios Críticos en tres tomos escritos cuando Valera no sabía aún si quería ser poeta, periodista, helenista o filósofo (o todo junto), pero aún no pensaba en ser novelista. La dedicatoria, al Duque de Rivas, es de 1862. Comienzan con una reseña bien interesante del Ensayo de Donoso Cortés, del que dice que se trata de "uno de los libros más sublimes y más absurdos que se han escrito en el siglo XIX". Completamente de acuerdo. Ya ven ustedes, todo se queda en casa. Es en esta reseña donde me he encontrado con una reflexión que reconozco como mía:
“La fe, presta energía y da alas al alma. Para destruir la fe, sería menester destruir y aniquilar el alma humana, de que la fe es la esencia misma. Toda la actividad, la potencia misma del alma es la fe (...). No hablamos de la virtud teologal, sino de una calidad enérgica, natural y propia del alma."
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