Artículo algo similar al que aparece hoy en el diario ARA.
Para mis amigos uruguayos,
especialmente para Pablo da Silveira
y Alfredo García, del semanario Voces.
Para Raúl Vallarino a quien finalmente no telefoneé.
Para la noche de los melancólicos.
He ido a Montevideo a seguir como un perdiguero el rastro ya lejano de Felisberto Hernández, que es como buscar por los rincones de la ciudad las extrañas plantas que germinaban en los recovecos de su alma: "En un momento dado pienso que en un rincón mi nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en este rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni como favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma está destinada a ser y ayudarla a que lo sea".
Con Las hortensias bajo el brazo estoy sentado en un banco de la plaza del Entrevero. La pareja vivió en la torre del Rex, bajo la cúpula del edificio erigido frente a mí, en la avenida 18 de Julio. "Siempre me olvido de llevar una lente para ver cómo son las plantas que hay en el verde de estos ojos; pero ya sé que el color de la piel lo consigues frotándote con aceitunas". En la dedicatoria original del libro se leía: "A María Luisa, en el día que dejó de ser mi novia. 14-II-49". Las ediciones siguientes conservan sólo las dos primeras palabras, "A María Luisa". Este cuento narra la historia de un hombre al que las muñecas con las que vive le dan algo que su mujer sólo puede entregarle a través de ellas.
Felisberto confiesa a una de las muchas mujeres que lo amaron (no estamos seguros de cuántas lo adoptaron apasionadamente como amante): "Si algún día descubro que no existes ni me quieres, tendré de nuevo la razón que he perdido y será el veneno que me mate". Vivía obsesionado por la preocupación del amor porque, aunque siempre lo tuvo a su alcance, siempre la faltó generosidad para conservarlo.
María Luisa -en realidad África de las Heras- había nacido en 1909 en Ceuta y era una de las mejores espías de la URSS. Participó en la Revolución de Asturias y vivió en Barcelona, donde perteneció al círculo de Caridad Mercader, junto a Carmen Brufau y Lena Imbert. Dirigió activamente las Patrullas de Control y algo tuvo que ver con las actividades del Servicio de Investigación Militar (el SIM). Asumió también diferentes responsabilidades en el PSUC. En 1939 viajó a México para desarrollar actividades de espionaje en torno a Trotsky. Luchó de manera muy audaz en la Segunda Guerra Mundial tras las filas alemanas, en Ucrania. Al terminar la guerra, recibió el encargo de organizar una red de espionaje en Uruguay. Con esta misión llegó a París haciéndose pasar por María Luisa de las Heras, una exiliada española. No tardó en conocer, de manera nada casual, a Felisberto, que estaba becado por el gobierno francés. "María Luisa me pide que buscamos juntos un apartamento", escribe a su familia el 22 de octubre de 1948.
De esta manera África obtuvo los documentos legales que le permitieron instalarse en Uruguay, donde rápidamente comenzó a desplegar su sutil telaraña. Se casaron en febrero de 1949. "Ella quiere ponerse a trabajar cuanto antes", escribe Felisberto a su madre el 12 de enero.
El matrimonio duró dos años.
Quienes conocieron África resaltan su desbordante simpatía, la adoración que sentía por los niños, su sentido de la lealtad, sus relaciones con la gente de la alta cultura. Para todos ellos "la gallega" era mucho mejor persona, más seria y más responsable que el frívolo Felisberto.
En 1967 África, cumplida su misión, regresó a Moscú. Trabajó como instructora de espías. Vivía sola en un apartamento de dos habitaciones con el nombre de María Pavlovna. En un informe dirigido a sus superiores, escribió: "Creo en los ideales de la revolución, que siempre me han guiado. Ni los años ni las dificultades de la lucha han deteriorado mis convicciones. Al contrario. Estas dificultades siempre han sido una fuente de energía para seguir combatiendo por mis ideas. Gracias a ello puedo vivir tranquila y con la cabeza bien alta".
África de las Heras, alias Patria, alias María Luisa, alias Ivonne, alias María Pavlovna, alias ... murió con el grado de coronel del Ejército Rojo en 1988, ahorrándose la experiencia de la caída del Muro de Berlín. Recibió dos veces la Estrella Roja, una orden de la Guerra Patria de segundo grado, una medalla de guerrillera de la Guerra Patria de primer grado y dos medallas al valor, y fue enterrada con honores militares. En su tumba un bajorrelieve de mármol del Cáucaso la muestra como una abuela entrañable junto a la palabra Patria grabada en castellano y del texto "Coronel África de las Heras 1910-1988" en ruso.
Felisberto murió en 1964. Sus cenizas se han perdido, pero conservamos sus obras completas. Una vez escribió: "Me seduce cierto desorden que encuentro en la realidad. Aquí se encuentran mi filosofía y mi arte". Nunca imaginó hasta qué punto fue víctima de este desorden. A ninguna amante quiso más que la fama, que sólo ha dejado de serle esquiva de manera póstuma.
Y también, claro está,
para Antonio Mercader.
Magnífica entrada...
ResponderEliminar...en el día que dejó de ser mi novia. 14-II-49...
Qué bueno!
Definitivamente estoy enganchado al café de Ocata.
Muchas gracias don Gregorio.
José