Cuando Menéndez Pelayo le advierte al lector, por activa y por pasiva, que tal o cual obra no debe ser leída, aunque no es del todo mala ni carece de algún interés, el lector curioso no puede menos de ir a echar una mirada. Y así se encuentra, por ejemplo, con El cancionero de obras de burlas provocantes a risa, y entonces, perplejo, se pregunta, ¿Cómo es que he tenido que esperar a leer la Historia de los heterodoxos españoles para disfrutar con tanto heterodoxo?
Soneto de Hurtado de Mendoza recogido en el Cancionero (y así hay un ciento):
ResponderEliminarDentro de un santo templo un hombre honrado
Con grande devoción rezando estaba;
Sus ojos hechos fuentes, enviaba
Mil suspiros del pecho apasionado.
Después que por gran rato hubo besado
Las religiosas cuentas que llevaba,
Con ellas el buen hombre se tocaba
Los ojos, boca, sienes y costado.
Creció la devoción, y pretendiendo
Besar el suelo al fin, porque creía
Que mayor humildad en esto encierra.
Lugar pide á una vieja; ella, volviendo,
El salvo honor le muestra, y le decía:
«Besad aquí. Señor, que todo es tierra.»
De cuando se tenía una idea cabal de cuál era la naturaleza humana
ResponderEliminarFue durante muchos años el libro de cabecera de Juan Goytisolo, cuya indicación seguí, en su momento, para obtener idéntico placer lector. ¡Una joya indiscutible!
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