La primavera de Munich, de Jordi Amat, puede leerse de muchas maneras. Por ejemplo como una casi-biografía de Ridruejo con Gorkin al fondo, o, también, como la historia de por qué no fue posible una alternativa al franquismo que excluyera a los franquistas y a los comunistas. La única alternativa efectiva resultó ser la que incluyó a los que hasta hacía muy poco no habían sido demócratas. El hecho de que Fraga y Carrillo se dieran la mano es lo que permitió que tanto el franquismo como el estalinismo se heredarán a sí mismos en su peculiar metamorfosis interna.
Entre Fraga y Carrillo quedaban eclipsados los esfuerzos del Congreso por la Libertad de la Cultura para evitar precisamente esta imagen y, con ellos, muchas figuras políticas relevantes que en poco tiempo quedaron aparcados en los márgenes de la transición española.
Lo que el Congreso hubiera querido hubiera sido que esta foto recogiera, por ejemplo, un encaje de manos entre Gil Robles y Madariaga... o entre Ridruejo y Llopis, que abriera las puertas de España a Europa. Pero no contaba a su favor con la realidad. Como Jordi Amat resalta, con acierto, la guerra civil española resultó ser también el "conflicto prologal de la guerra fría" y España se convirtió en una pieza del gran tablero estratégico de la política internacional. En este tablero la fidelidad de Franco al anticomunismo, estaba asegurada y eso explica su abrazo con Eisenhower. Esto era lo relevante para los Estados Unidos. Pero el abrazo no disminuyó el apoyo del Congreso a los que, para entendernos, podemos llamar "los hombres de Múnich", que fue muy notable. Gastó tanto dinero en ellos que hasta el mismo Gorkin se sorprendió al conocer la cifra exacta, que quizás nosotros conozcamos algún día.
A mi parecer, este es el aspecto más interesante del libro: desvela la enorme importancia del Congreso, sobre todo a partir de 1958, en la conformación una conciencia política que fuese a la vez antifranquista y anticomunista. Jordi Amat ha abierto una enorme vía de investigación. Un filón que podría obligarnos a replantear bastantes cosas.
"En política todo lo imposible es inmoral", dejó dicho Ridruejo. Así sería, efectivamente, si supiéramos a ciencia cierta dónde se encuentran los límites entre lo posible y lo imposible. ¿Era posible que The New York Times descubriera y publicase el apoyo de la CIA al Congreso? ¿Era posible que esta información produjese en poco tiempo el desmoronamiento de toda su estructura, que acabará convirtiendo a Gorkin en "un fósil de la guerra fría"?
Quedan sin embargo dos preguntas.
La primera: ¿El hecho de que el Congreso por la Libertad de la Cultura no fuera vencido por el comunismo, sino por la libertad de prensa, no suponía en cierta forma el triunfo de sus ideales?
La segunda: ¿Si tenemos en cuenta la cantidad de pintores, poetas, novelistas, ensayistas de primerísima fila... que fueron subvencionados por el Congreso, no le debemos algún tipo de agradecimiento?
Nota: pueden hacerme ustedes las preguntas que consideren oportunas porque de aquí a pocos días como con Jordi Amat en el puerto del Masnou y se las trasladaré a él.
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