Velada grande en la Cubierta de Leganés con campeonatos de España en juego sobre el ara acordelada donde los hombres prueban su valía, en definición de David, que el sábado apostilló con escaso miramiento de género a la amantísima novia que a nuestra espalda gritaba “¡tápate, mi amor, tápate!” en dirección al púgil que braceaba en el cuadrilátero bajo un menudeo de nudillos:
—¿Tápate? Si de ellas dependiera todavía tendríamos pendiente el primer bisonte.
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