Acabo de llegar de Andorra, donde he asistido el fin de semana a unas jornadas organizadas por el Col·legi de Doctors i Llicenciats sobre las nuevas tecnologías y la educación.
Lo primero que he constatado -y era de esperar- es una rebaja de la confianza ciega que algunos docentes entusiastas del futuro y fugitivos del presente habían depositado en las nuevas tecnologías como panacea de los males escolares. Las cosas ya parecen comenzar a plantearse a otro nivel, ligeramente más realista.
Ligeramente, sólo, porque aún resulta de muy buen tono subirse a una tribuna y comenzar a despotricar contra la escuela actual. Sin embargo la cotidiana crítica de la escuela en modo alguno significa que conozcamos lo que con tanta saña vapuleamos. Hay miles de propuestas sobre cómo debería ser la educación, pero apenas disponemos de estudios sobre como funcionan, de verdad, las reuniones de profesores, por qué hay tanto profesor quemado (y por qué los profesores quemados no abandonan la docencia), cuáles son los errores más frecuentes de nuestros alumnos y cuál es la lógica implícita en los mismos, qué diferencias hay entre las dinámicas grupales de los alumnos en clase y en el patio, de qué forma se incorporan los proyectos de cambio en las escuelas, etc, etc.
¿Está la escuela anclada en el pasado? Habría mucho que decir al respecto, pero a primera vista, la escuela se encuentra navegando un poco sin rumbo en el presente, sin saber muy bien dónde echar el ancla. Otra cosa muy distinta es que en el mundo abunden las personas a las que no les gusta el presente y que en lugar de hacérselo mirar, se dedican a decirnos a los demás qué debiéramos hacer para no defraudarlos.
No hacen ningún bien a la escuela los empeñados en sustituir la imperfecta escuela presente por una hipotética escuela futura plagada de virtudes, pero que nadie ha experimentado... o, lo que es peor, que ya ha sido experimentada centenares de veces con resultados peores que mediocres.
Es, por supuesto, legítimo, e incluso necesario, criticar la escuela que tenemos... pero además de legítimo y necesario sería muy provechoso criticarla mostrando experiencias efectivas que la superan y de las que se pueda aprender algo.
Estos días he vuelto a oír algunas de las memeces que el presente pedagógico tiene por ideas excelsas, simplemente porque no se detiene a analizar su significado. Por ejemplo, que en lugar de conocer hay que comprender (como si se pudiera comprender lo que no se conoce).... o que el conocimiento debe ser construido por el alumno... (como si el niño estuviera en condiciones de reconstruir la completa historia de la humanidad o como si el conocimiento tuviera alguna propiedad que lo incapacitase para ser transmitido)... o que todo está cambiando y que no hay nada estable (con lo cual, si no hay nada estable, no tenemos criterios para evaluar el cambio y nos quedamos sin saber qué cambios son preferibles o cómo nos podemos adaptar al futuro)... que las organizaciones piramidales están siendo sustituidas por estructuras horizontales (se lo pienso decir al primer policía que quiera ponerme una multa o al médico que quiera imponerme su diagnóstico o al que se suba al estrado a decirme lo que tengo que saber) o que ya no hay verdades (la tesis fue defendida por un eminente ingeniero catalán... cosa que, de creerlo, dejaría a la ingeniería catalana en un estado ... digamos que precario), etc, etc.
La verdad verdadera es que mientras hablamos de realidades virtuales, el problema que más acucia hoy a los maestros es la hipermotilidad de sus alumnos. Es, decir, la biología, que no hay manera de expulsarla del aula de informática.
Si me perdonan, les susurraré una pequeña grosería que le conté ayer por la tarde a Màrius Serra en la Plaça de la Germandat de Sant Julià. Donde mejor se ven los límites de las nuevas tecnologías es precisamente en el campo en el que más éxito están teniendo, el de la pornografía. Con un simple clic uno tiene acceso a todo tipo de imágenes, estáticas o en movimiento, silenciosas o acústicas, activas, hiperactivas, poliactivas o interactivas... pero, en última instancia, por lo que parece, para que la pornografía internáutica deje satisfecho al internauta, éste debe poner algo de su parte, algún tipo de suplemento manual, para entendernos, que la pantalla no le puede ofrecer.
Pues pasa la mismo con las nuevas tecnologías y la escuela.
Y, por cierto... ¿Se han fijado ustedes que los que critican las clases magistrales no solamente adoptan un tono magistral sino que además lo hacen con el formato de una clase magistral?
Y, por cierto... ¿Se han fijado ustedes que los que critican las clases magistrales no solamente adoptan un tono magistral sino que además lo hacen con el formato de una clase magistral?
Como dijo el poeta 'me se todos los cuentos', los pedagógicos, también.
ResponderEliminarEfectivamente, Gran Júlia, así es.
EliminarMe encontré con un antiguo profesor de la EGB. Estaba a punto de jubilarse. Entre otras cosas, me explicó que en el centro en el que imparte clases presentaban como novedoso el presentar a los alumnos como "clientes". Era algo que cuando él me dio clases (hace unos treinta y cinco años) ya se planteó en mi colegio. En aquel entonces se suprimió porque fue un fiasco. Y es que el cliente no siempre tenía la razón....
ResponderEliminarCuando el alumno es cliente los padres son...
EliminarTotalmente de acuerdo,especialmente en lo de las estructuras horizontales.
ResponderEliminarLa mayor estafa del sistema educativo es que después de 10 años de escolarización obligatoria casi el 40% de los alumnos salgan de él sin saber leer ni escribir, lo que equivale, sin duda, a sin saber pensar, sin ser capaces de articular su propio pensamiento, dar cuenta de sus experiencias emocionales o exponer un tema de forma ordenada y con un léxico apropiado. El año pasado tuve la experiencia ingrata -pero instructiva- de tener que corregir un trabajo de investigación que se presentaba a un premio nacional. Se trataba de un trabajo científico que, si se hubiera presentado como se me entregó a mí, hubiera sido rechazado, con indignación, por el tribunal que los juzgaba, porque estaba escrito en una suerte de "catañol" de difícil comprensión para gente que desconozca el catalán. A eso me refiero. No se trata, pues, de que el alumnado más difícil tenga dificultades, sino de que incluso los brillantes tienen tales carencias en las competencias básicas lingüísticas que resulta justificada la estafa de la que hablaba. Y se hace muy poco al respecto. Nada.
ResponderEliminarEsa es mi batalla. Aceptar un sistema educatico que sólo es superado en cuanto a malos resultados por Malta y Turquía y que es incapaz de producir buenos resultados, es aceptar vivir en un Estado de excepción permanente.
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ResponderEliminarEl final de su post da donde debe. Hola, estoy cursando un grado superior y hace poco hicimos una clase magistral la 1ª semna y otra de esas en las que alumno opina y coopera en el desarrollo del tema, la 2ª. Cuando el profesor nos preguntó quien recordaba algo de la segunda solo uno levantó la mano y cuando preguntó quien recordaba algo de la primera levantamos la mano casi todos. La primera es la que quieren eliminar y justamente en la que aprendes el tema que estudias. Cosas demasiado modernas. Saludos Gregorio.
ResponderEliminarPara que haya una clase magistral lo primero que se necesita es un maestro.... y hasta aquí puedo escribir.
EliminarEn mi humilde opinión, para la enseñanza se necesitan dos cosas: un tío que sepa y con ganas de enseñar y otro con ganas de aprender. Y, si acaso, una tiza, una libreta y un bolígrafo. Cualquier cosa será bien recibida como complemento, pero no como sustituto. Y las nuevas tecnologías están bien, indudablemente, pero les encuentro dos problemas: materiales adecuados para cada grupo de alumnos y, sobre todo, falta de capacitación (y a veces ganas) del profesorado. Por no hablar de que la zanahoria de las nuevas tecnologías no siempre le vale al alumnado.
ResponderEliminarBueno... añadamos, si no tiene inconveniente, algo más: algo que transmitir. Más aún: algo valioso que transmitir. Si ese algo es -entre otras cosas- una cierta orientación en el presente, parece que las nuevas tecnologías no pueden ser ignoradas en los centros educativos. Otra cosa es aceptarlas como una nueva teología d ela liberación. Los que tampoco deben ser ignorados son los neopalurdos que nos aseguran que ya no hace falta conocer datos porque cualquier niño lleva una enciclopedia en el móvil y cuando quiera saber algo no tiene más que llevarse la mano al bolsillo. Si negamos la importancia de la cultura general, estamos negando la posibilidad misma de disponer de criterios que nos permitan orientarnos en Internet y seleccionar en cada caso la información pertinente.
EliminarSin duda. El problema creo que es ese, hay mucha literatura sobre las nuevas tecnologías, mucho entusiasmo por parte de las administraciones para que se usen, pero poca formación. No basta con la típica presentación de Power Point. Yo la sufrí alguna vez como alumno y no aprendí nada. Pienso que hay que enseñar a manejar programas específicos que, una vez que se manejen los contenidos aprendidos "a la vieja usanza", aquello que se trasmite y que se me olvidaba antes, haga que se analice y profundice en lo que se ha visto.
EliminarLas clases magistrales dadas por quienes despotrican de las clases magistrales deben ser clases magistrales... de salir corriendo.
ResponderEliminarA mi me gusta la contradicción performativa (que dirían a Frankfurt) de alguien que imparte una magnífica clase magistral criticando las clases magistrales por obsoletas (y no modernas), verticales (y no horizontales), transmisoras de conocimiento (y no constructuras de conocimiento, etc.)
EliminarEs curioso que se propongan estructuras horizontales a los alumnos, cuando precisamente una de las cosas más sorprendentes (para alguien que no trabaja en educación) de los alumnos es que no son capaces de respetar a sus iguales (no sólo o especialmente a quienes están por encima de ellos).
ResponderEliminarY en cuanto al debate (estéril, si excluyente) entre competencias y conocimientos, me recuerda a aquella frase de la Crítica de la razón pura: «[s]in sensibilidad no se nos daría objeto alguno, sin entendimiento no podría pensarse. Los pensamientos sin contenido son vacíos, las intuiciones sin concepto son ciegas» (siento no saber la habitual en castellano, traducción propia de A48, B75).
Sin contenidos no existen capacidades posibles. En mi propia experiencia, con algo que es absolutamente un detalle: para saber buscar en Google, hay que saber lo que se puede encontrar. Sin conocimientos no cabe discernimiento y capacidad de discriminar es imposible distinguir lo relevante de lo irrelevante.