Ayer domingo estuve en Err, hurgando en la memoria familiar de Mariano Brufau, y me volví a casa con fotos, anécdotas, datos, cartas y el grato sabor de la cordialidad, imborrable. Lo que hasta entonces habían sido sombras humanas reconstruidas a base de retazos de archivos, fueron poco a poco adquiriendo perfiles propios. Para que se hagan una idea: aprendí que un conductor de autobuses de la empresa Alsina i Graells pudo llegar a ser aviador de la República; con qué temor abría la puerta de casa la anciana Caridad Mercader cuando alguien llamaba de forma inesperada; que unas espías pueden morir en la completa miseria, acogidas a la caridad de las vecinas de una calle popular, que se turnan noche y día para hacer guardia ante su lecho y otras mueren con la mirada fija en el retrato de Stalin que cuelga en una pared del dormitorio familiar; que se puede ir caminando de Barcelona a Cerbère haciendo el camino del exilio con un niño de pocos meses en los brazos; que se puede escuchar cada noche Radio Pirenaica sin que interesase la política, sino la voz de la hija lejana, que tiene un programa diario en catalán; que una foto con la dedicatoria "de parte de tu tieta" puede ser más expresiva que un documento del FBI; que hay gente que se mueve por una causa y gente que se mueve por caridad y que cuando las causas se desmoronan nadie es más dichoso que quien cuenta con la generosidad desinteresada de un alma caritativa; que los rescoldos de una memoria reconstruida con el único apoyo de la buena voluntad pueden dar mucho calor y que el fisgoneador extraño no tiene derecho a arrojar sobre ellos el agua helada de su erudición.
Me descubro ante usted, don Gregorio. Me ha emocionado además. Hermosísimo.
ResponderEliminarBuenas noches