viernes, 4 de noviembre de 2011

Salou

Ayer estuve de visita pastoral en una magnifica escuela, l'Escola Elisabeth, quizás la más bonita de Catalunya y, al menos por lo que yo conozco, la mejor diseñada.

Hacía un día de perros y como ya les he dicho alguna vez, los días de perros se me enjaurían todos en el oído interno y me provocan estropicios existenciales de mucha consideración. Todo fue bastante bien hasta llegar a Salou. Como me conozco y sé que estas cosas me las tengo que tomar con precaución, salí con tiempo más que suficiente, pero en las calles de la ciudad me dio un ataque de vértigo que me arrebató la voluntad y el sentido común durante un buen rato. Así que llegué tarde a una clase que tenía que impartir a los mayores. Tras la clase, a las cuatro y media de la tarde, seguía bastante mareado, así que decidí dar un largo paseo por el pueblo, hasta la playa. El cielo estaba con malas intenciones y las cumplió todas. Me tuve que comprar algo así como un paraguas en un paquistaní y entré a buscar cobijo en un bar un poco destartalado, es cierto, pero que anunciaba en la entrada un surtido de bocadillos muy variado. Serían las cinco y estaba con el café con leche de la mañana, así que me animé a intentar probar alguna cosa. Una camarera que no paraba de reír me dijo que no había nada para comer. Le indiqué el letrero de la entrada y me dijo, "Ah, bueno, ahora miro en la cocina". Apareció al rato con una cazuela en cuyo fondo había una pasta rojiza, gelatinosa. "Si quiere, le caliento ésto". "¿Y qué es exactamente 'ésto'?", le pregunté. "Ah, yo no lo sé...". "Cómo que no lo sabe?". "Porque yo no soy la cocinera". "¿Y entonces por qué me lo ofrece?". "Vamos a ver, ¿quiere usted comer o no?". "No cualquier cosa". "Pues esto es lo que había encima de la cocina".

De vuelta a la escuela volví a sufrir otro ataque de vértigo. Agradecí mucho tener el estómago vacío.

3 comentarios:

  1. Hoy estoy muy animado. Nos hemos zampado un cochinillo magníficamente asado con un vinazo muy rico. Ah, y de primero, pochas con cava. Le ruego al cielo que ande calmado.

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  2. La camarera no paraba de reír: ahora comprendo el post siguiente, el del optimismo pachungo.

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