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lunes, 14 de noviembre de 2011

Rieff sobre Freud

Sostiene Philip Rieff que Freud ha sido el teórico de la cultura más perspicaz del siglo XX porque poseía la mente de un diplomático, no la de un predicador. A diferencia de Marx, Freud habría carecido de un temperamento religioso. Por eso no prometía ninguna salvación. Era algo sí como un político de la interioridad, que buscaba los consensos posibles del alma humana, no su transformación. No vendía esperanzas. Ni tan siquiera la falsa esperanza de la revolución sexual, que algunas personas mal informadas han vinculado a su nombre. Es la figura opuesta al optimismo progresista de Dewey. Freud sabía que los instintos ponen una barrera eterna a los sueños liberadores de la humanidad y que ninguna organización social será capaz de alterar la naturaleza humana.

Rieff muestra la posibilidad de entender al Freud crítico de la cultura en sintonía con el Nietzsche de Más allá del bien y del mal. Toda cultura es un proyecto de imponer a la naturaleza algo que no está en ella, una finalidad. Por lo tanto, es un intento de someter lo instintual a una coherencia. El hombre aparece así como un ser intermedio, una especie de tierra entre dos ríos. Aquí está el peligro y, por lo tanto, lo que salva.

4 comentarios:

  1. Siempre me ha llamado la atención el odio visceral de los tomistas a Freud, y su -cierta- condescendencia con Nietzsche.
    Leonardo Polo viene en mi auxilio, me lo explica, implacablemente: "Es patente que el dinamismo de Freud se distingue de la voluntad de poder nietzscheana: carece por completo de su capacidad productiva. Justamente por eso el obstáculo y la consiguiente represión contradicen la pulsión, son estrictamente negativos para ella (...) El obstáculo es negativo para la pulsión; la conciencia es negativa como impotente para hacer desaparecer el obstáculo y para detener la pulsión, lo que, de llevarse a cabo, comportaría la negación de la conciencia. La descalificación de la conciencia sugiere, por todas partes, la muerte."
    Y usa la palabra que me ha servido durante años como elemento reductor en Freud, Lacan, etc.: "trivial". La pulsión, dice Polo, entendida como "puro tránsito". "Una fuerza que coincide con su recorrido y se extingue al terminarlo, es decir, que se encamina a su propia muerte." E ironiza: "Como es claro, dicha fuerza no es espiritual".
    Trivial (se me ocurre) como la última, mala película de Kubrick. Mala, y sin embargo, creo, testamentaria.

    En fin, la cuestión es irse, de vez en cuando, por los cerros de Úbeda.

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  2. Don Gregorio, tras mucho leer su cuaderno me permito intervenir.
    Pero el instinto sí tiene un fin claro: el de perpetuar la especie y el clan. Ese fin de la naturaleza es imitado y aprovechado por las sociedades -y sus dirigentes- haciendo la guerra a otras comunidades y favoreciendo la reproducción de los miembros de la propia... aunque sea con degravaciones fiscales.
    Cambio de tema. Esta señora parece que le da la razón en que el pesimismo es bueno para la salud:
    http://pda.elpais.com/index.php?module=elp_pdapsp&page=elp_pda_noticia&idNoticia=20111114elpepicul_2.Tes

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  3. De vuelta de Soria, me apresuro a ocupar mi lugar en la barra del café.

    Lola: Tengo que releer El malestar de la cultura. Y pienso hacerlo sin prejuicios (sin prejuicios conscientes, claro).

    David. Yo no veo tan clara como tú la causa final en el instinto. Quizás sea miopía por mi parte. Respecto al artículo que traes: efectivamente, la sociedad se presenta a veces como un infierno de salvadores.

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  4. Sabría éste lo mismo que tú. O sea poco

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