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miércoles, 12 de mayo de 2010
Soberanía. Con calor, tómela fría.
Es en circunstancias como las que estamos ahora mismo atravesando cuando se pone de manifiesto lo evidente: Es Soberano quien tiene potestad para decretar el estado de excepción. Lo demás son romanticismos. No digo que los romanticismos no sean importantes, al contrario, nos sirven para ir tirando mientras el Soberano duerme. Pero cuando despierta y toca el cornetín, hay que apresurarse para no llegar el último a la fila. Me imagino que de manera inevitable todos tendemos a creer, cuando el soberano duerme, que se ha muerto. Necesitamos creerlo para sentirnos eso que pomposamente llamamos "dueños de nuestros destinos". Frente a la realidad, sin embargo, siempre se está en primera línea. Por eso la política y la teología han ido siempre (seamos generosos con la política) de la mano. Podemos de vez en cuando darnos unas vacaciones de realidad, pero conviene no olvidar que el Soberano está allí mismo, al otro lado del teléfono y que cada vez que suena puede ser él.
Así que recordemos por unos minutos lo que pronto tendremos necesidad de olvidar:
You don't get something for nothing
You can't have freedom for free
You won't get wise
With the sleep still in your eyes
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La piel de la culebra
I No nos podemos bañar dos veces en el mismo río, decía Heráclito. II Todo cambia y nosotros con ello. Pero el ritmo del cambio se manifies...
Es lo que pasa... Cuando no queremos abandonar la creencia de que lo que impera es la ley del má fuerte, uno de los caminos es el recurso al "en el fondo": en el fondo, lo que impera es la ley del más fuerte.
ResponderEliminarEntonces se busca una circunstancia -tanto da lo insignificante que sea- en la que estemos seguros de que el más fuerte vence y, una vez encontrada, pues a inflar su importancia. Pero no, don Gregorio, el soberano no es el más fuerte y la ley del más fuerte se cuenta entre las débiles.
El soberano es la mediocridad. La mediocridad más absoluta que se come todo y acaba con todo (incluso con los suficientemente fuerte como para declarar el estado de excepción).
Creo que hemos aprendido cosas distintas de Maquiavelo
ResponderEliminarNo termino muy bien de entender de qué hablan. No sé si hablan metafóricamente de los recortes que se han anunciado hoy.
ResponderEliminarEn todo caso me parece que el post puede tener algo que ver con lo que Zubiri llamaba "el poder de lo real".
No estaba yo pensando en Zubiri, sino en Carl Schmitt. Pero Schmitt está pensando en Donoso y Zubiri en los padres griegos, así que quizás haya aquí una analogía interesante. Gracias.
ResponderEliminarGregorio, yo pensaba que hablabas de Obama.
ResponderEliminarEn serio, qué impactante, ¿no? Teléfono... ¿blanco? (de sin blanca). Volamos hacia Madrid.
Ya supongo que la cosa no va por ahí, pero, leyendo lo de decretar el estado de excepción, no he podido dejar de pensar en Montilla. En las ganas de Montilla, mejor dicho.
ResponderEliminarLola: Las quejas de la Merkel han tenido menos efecto que el telefonazo. A mi lo que me da miedo es que la Merkel se harte de todos nosotros y saque a Alemania del euro; a ZP, por lo visto, lo que le da miedo es ... ¿Qué demonios es exactamente lo que le da miedo?
ResponderEliminarClaudio: A propósito de Montilla: "Durante su discurso, Montilla ha abundado en la idea de que "la desilusión" y "la desesperación" no lleva a nada y en la necesidad de "reivindicar el optimismo", tal y como defiende el docente y escritor Gregorio Luri, al que ha citado, en su libro "La escuela contra el mundo"".
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/Agencias/noticia.asp?noticia=108043
¡Glups!
ResponderEliminarQuede claro que, en ningún momento, pasó, pasa ni pasará por mi cabeza la menor objección, duda o reserva mental repecto a la brillante mente de Montilla, que, abrevada en las mejores fuentes literarias, se encuentra imposibilitada para el error, sabiendo elegir siempre las más oportunas y acertadas citas.
(lo cuelgo una vez, pero en casa lo copiaré cien)
Progresas adecuadamente, Claudio.
ResponderEliminarAhora me habéis hecho reir un montón. De eso hay que dejar siempre constancia. Qué bueno, Claudio.
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