Tarde desangelada. He ido a hacer un bolo al Teatro Municipal "El patronat" de La Garriga. He aparcado allí mismo y, como tenía tiempo, me he dado una vuelta por el pueblo, bien cobijado bajo un paraguas que he comprado en un chino. Quizás algún día deje de ser evidente que los griegos tengan más derechos como nuestros antepasados que la dinastía Ming, pienso. Al pasar frente a una librería la mirada caprichosa se detiene en la portada de un libro expuesto en el escaparate, "Piensa, es gratis". ¡Me ha pillado ligeramente incomodado pensando en la dinastía Ming!
El título está -quizás- bien como ideología, es decir como ejercicio narcisista que sirve para ocultar nuestra naturaleza, pero si pensar sale gratis, es que las ideas van realmente muy baratas. ¿La inflación educativa...?
El autor nos presenta con todo descaro una hipótesis como un axioma autoevidente, pero ¿es autoevidente que pensar sea gratis? ¿Qué será de Platón cuando nuestros nietos se vean a sí mismos como herederos de la dinastía Ming?
¿Es autoevidente que el ser humano esté naturalmente mejor programado para pensar que para acogerse a la muletilla del lugar común o al esquema consolador de un comportamiento "normalizado"? ¿Es autoevidente que el lugar común sea menos terapéutico que la idea heideggeriana del "ser para la muerte"??
Por otra parte el gesto de orgullo del autor es descomunal. Por lo visto él ha pensado todo lo que cabía pensar y lo ha hecho hasta el final y ha escrito el libro de vuelta, una vez que ha conquistado y desentrañado todos los enigmas, para proclamar que el terreno está despejado. Claro que si es así también nos está diciendo que eso del pensar no depara sorpresas desagradables. ¿Es esto también autoevidente? ¡Ay, la puñetera dinastía Ming!
¿Y si la condición imprescindible para pensar libremente exigiera renunciar a toda búsqueda previa de consuelo y a toda pretensión previa de piedad?
Sí ya sé que en este caso, como, en general, en el caso de quienes animan a desarrollar un pensamiento creativo o crítico, nos están animando, en realidad, a pensar de una determinada manera, pero llovía en La Garriga, hacía frío y la portada de este libro no ha hecho sino incrementar un malestar previo, bajo el paraguas del chino. Me ha salido ligeramente caro -nada, una futesa- el ejercicio. ¡Qué le vamos a hacer!
Don Gregorio, pensar es el camino, pero de ahí a llegar a un sitio, cualquier sitio... media un abismo. De hecho, si algún día de esos que me da por pensar, de entre los barruntes míos me sale algo parecido a lo que escribe usted por aquí, le aseguro que me llevaré un susto morrocotudo.
ResponderEliminarArrebatos: Piense usted que a veces me sorprendo a mí mismo es posición de opiniones que no comparto
ResponderEliminar¿Y qué entiende por gratis el autor? Si el tiempo es oro, pensar requiere una inversión que pocos están dispuestos a afrontar. Algunos, por gratis que sea, serán incapaces de adentrarse en tan generoso ofrecimiento, porque por más puertas que les abran nunca van a encontrar el generoso objeto buscado: las ideas. Me recuerda ese atrevimiento un cuento de Clarín, "Un jornalero", en el que se enfrentan el trabajo manual y el trabajo intelectual. Los primeros, en forma de revolución que pretende incendiar la biblioteca del lugar; el segundo, en forma de un pobre erudito que defiende el saber como única posibilidad del porvenir.
ResponderEliminar¿pensar o sentir? o pensar y sentir, o el sentir excluye el pensar, o ala inversa, thats ist the question.
ResponderEliminarEl curso de 4,5 horas que va con el libro sale a 250 € por barba. "Pienso, es glotis".
ResponderEliminarJuan: Yo creo que por "gratis" entiende "fácil". Y eso es lo que me molesta. A mí cada día me cuesta más.
ResponderEliminarRuben: se pueden tener pensamientos o sentimientos de muy diferente precio. Uno puede creerse en el sumo del éxtasis estético escuchando las obras completas de Paulina Rubio... es un decir.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCarlos: En el Paseo de Herrerías de Tudela se erigió por suscripción popular, allá en los años 60, un monumento a José María Iribarren. Los mueticos lo conocían como "el cabezón". Yo estudiaba entonces en el Instituto Benjamín de Tudela. Le pusieron una placa que recogía esta confesión de nuestro compatriota: "Mi cabeza no está hecha para las abstracciones, las honduras y las filosofías".
ResponderEliminarAllá se ha mantenido hasta hace poco. La última vez que pasé por allí andaban con obras de pavimentación y habían retirado "el cabezón". No sé si lo habrán colocado o no en su sitio una vez terminadas las obras.
Yo siempre me he tomado las palabras de Iribarren como una confesión de cordura elemental y de buena salud. Lo enfermizo es pensar.
Me han sorpendido sus dos últimas frases, señor Luri. Tanto, que no sé si tomármelo como una ironía. ¿Lo enfermizo es pensar? ¿Y siempre ha creido eso? Entonces, no me explico por qué ha decado su vida profesional a eso, a pensar. Tendré que pensarlo... ¡Ay, no, eso no...!
ResponderEliminarJaime: ¿ha leído lo que dice Nietzsche sobre el hombre como animal enfermo? ¿Le costaría mucho aceptar una hipotética relación entre pensamiento y desarraigo? ¿Por qué cree usted que la democrática Atenas mató a Sócrates, respetando todas las garantías procesuales?
ResponderEliminarImagínese que fuera cierto eso de que lo enfermizo es pensar: ¿Le seguiría pareciendo igual de turbador?
No, no me cuesta nada creer en esa relación entre pensamiento y enfermedad. Lo que me sorprende es que alguien quiera estar enfermo. Aunque, pensándolo bien, no es sorprendente.
ResponderEliminarY en mi primer post: "dedicado", no "decado".
ResponderEliminarJaime: En la Biblia leemos que el saber nos hará libres, no sanos.
ResponderEliminarPararse a pensar, a pensar con radicalidad, significa estar dispuesto a poner en juego todas las certidumbres, sin estar, en absoluto seguro, de por dónde nos conducirá el trayecto. Uno sabe lo que ha perdido. Nunca sabe lo que puede ganar o si es que, en última instancia, va a ganar algo. Esa situación intermedia, es la de la filosofía. Lo demás -me parece- son dogmatismos. Ofrecen sin duda, mucha seguridad.
Qué curioso, que Iribarren fuera experto (o dedicara gran parte de su vida) a investigar y recoger dichos y frases proverbiales, que para mí, son como "pastillas Avecrem" de las "abstracciones, honduras y filosofía". Tal vez no tengan chicha a la vista, pero saben.
ResponderEliminarCarlos: Claro... nos permiten injertarnos textículos ajenos y así creemos que pensamos con ellos, cuando son ellos los que nos definen. La necesidad de la muletilla o del refrán es real. Y algo tiene que significar.... digo yo...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por sus respuestas, señor Luri. Evidentemente, ando corto de lecturas y de pensamientos. Seguiré leyéndolo a ver si me animo a pensar o, al menos, obtengo alguna muletilla.
ResponderEliminar«A mesure qu'on s'avance dans la vie, on s'aperçoit que le courage le plus rare est celui de penser.»
ResponderEliminar[ Anatole France ]